el charco hondo

Lío

Atrincherados en el ángulo sonriente de la realidad, los optimistas parten de que las cosas saldrán bien, eso sí, acampados en el vuelva usted mañana. Hacen trampas. Marcan las cartas. Evitan el presente, de ahí que, como Sánchez, en lugar de aceptar los fracasos nos remitan a esa próxima semana que simboliza el país donde se refugian Sánchez y aquellos que, incapaces de gestionar el presente, invitan a que nos reunamos con ellos en su futuro hipotético. Dada la torpeza de los actores para solucionar la situación, se abonan a la doctrina de la próxima semana, comprometiéndose a desenredar el bloqueo, sí, pero no ahora, en junio. Optimismo que ejerce el Gobierno de Canarias, y de qué manera, cuando plantea que la Administración del Estado (con un Gobierno ahogado en su interinidad, al que la Ley 50/1997 solo permite gestionar el despacho ordinario de los asuntos) condone a las Islas más de 200 millones de euros o apuntale un REF en funciones. Los apóstoles del mañana se multiplican cuando las razones para la frustración invaden la escena. Visto lo visto, y escuchado lo escuchado, el fracaso ha ganado la partida. Triunfa el escapismo de los optimistas. Recuerda Salvador Pániker en su Diario del anciano averiado que el vicio de los intelectuales -y de los partidos, cabe añadir- consiste en identificarse con sus ideas, cuando lo aconsejable es relativizar la propia identidad para ser mínimamente demócrata y estar en condiciones de dialogar. Dice más. Acude a Rorty para refrescar una idea que bien podrían consumir los escapistas que, al frente de los partidos, están inundándolo todo de razones para el pesimismo. El diálogo no tiene que conducir forzosamente al consenso, pero permite una cierta convivencia democrática, apunta. Los partidos no están por la labor. Hacen trampas. Nos quieren en la próxima semana, en su futuro hipotético, porque ni saben, ni quieren, ni les interesa solucionar el lío presente.