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La crisis hace al monje

   

JOSÉ LUIS CÁMARA | Santa Cruz de Tenerife

Sus largos corredores inspiran sosiego. El frío y la humedad de La Laguna le dan un aire calmado que solo se rompe en determinados momentos por las risas y carreras de los niños que ocupan el colegio de al lado. En una época como la actual, marcada por la desesperanza y la falta de valores, el Seminario Diocesano de Tenerife se alza como un espacio de calma y una alternativa para muchos jóvenes que anhelan el futuro profesional que no les puede ofrecer su formación básica o universitaria.

Y es que, aunque todavía no se puede hablar de un auge real de las vocaciones sacerdotales en nuestro país, lo cierto es que la crisis ha provocado que en los últimos cuatro años haya aumentado la cifra de seminaristas que ingresan en los centros y colegios de nuestro país. En concreto, según datos de la propia Conferencia Episcopal, solo en el último ejercicio las vocaciones crecieron un 2,6%, algo que no se contemplaba desde hace más de dos décadas.

En el Seminario Diocesano de La Laguna los números son todavía más reveladores. No en vano, desde 2008 se han producido el doble de ingresos (16) que de abandonos (8), lo que hace que en la actualidad haya 23 jóvenes formándose para el ministerio sacerdotal. Algo similar ocurre en la Diócesis de Canarias (provincia de Las Palmas), donde se han producido siete altas y tres bajas. Los perfiles, aunque nunca han estado definidos con claridad, sí han variado relativamente en el último lustro. De hecho, cada vez son más los seminaristas que poseen estudios medios o incluso formación universitaria, algo poco común hace apenas una década. En este sentido, el rector del seminario tinerfeño, Juan Pedro Rivero, expone que “algunos jóvenes descubren la vocación durante sus estudios de Secundaria, y deciden dar el paso”. “Otros han de esperar a que la inquietud se radicalice en la juventud adulta, hasta después de concluir sus estudios universitarios. Cada experiencia vocacional es original y diferente de cualquier otra. Por eso es muy difícil hacer un perfil del seminarista actual. Debe ser algo muy similar a cualquier otra realidad social o eclesial. No existen dos periodistas iguales, dos profesores de matemáticas iguales, dos esposos iguales, etcétera”. Rivero, que también es director del Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias (ISTIC), cree que la vinculación de la actual situación económica sobre el aumento de vocaciones al ministerio sacerdotal pueda deberse también a la polémica despertada por el video Te prometo una vida apasionante, realizado por la Conferencia Episcopal Española hace dos años. En alguna escena del mismo aparecía la expresión “trabajo fijo” vinculado a la vida sacerdotal, algo que según el rector del seminario lagunero fue entendido por muchos jóvenes “más como una propuesta laboral que como una expresión simbólica, que es como se debe interpretar un video de esas características”.

“En nuestra diócesis nos gustaría poder contar con más seminaristas, porque la labor de los sacerdotes es muy intensa y las necesidades de la comunidad diocesana, de nuestras parroquias, etcétera, no pueden ser adecuadamente atendidas en muchos momentos. Sin embargo, debemos estar agradecidos por los 23 chicos que actualmente se preparan en el Seminario Mayor al sacerdocio”, recalca Juan Pedro Rivero, quien insiste: “Llevamos ya algunos años instalados en las mismas cifras”.

“Creo que las vocaciones dependen más de la profundidad de la vida de fe que de la situación de crisis o bonanza económica. Si hay jóvenes valientes y generosos para quienes entregar la vida por el bien de los demás es importante, habrá seminaristas entre ellos. Y no creo que sea la crisis la verdadera causa, sino la vivencia de la fe y la generosidad que Dios siembra en el corazón de los jóvenes”, concluye Rivero.

“La vocación viene motivada únicamente por la fe”
José Manuel Urbina es, a sus 20 años de edad, uno de los seminaristas más jóvenes que estudian en la actualidad en el centro lagunero. En su opinión, “en parte es cierto” que la crisis está empujando a muchos adolescentes a “huir”, a buscar la solución “menos mala”. Sin embargo, José Manuel deja claro que “la vocación es la puerta de entrada al prójimo con las manos, la mirada y el corazón de Dios, pero también es descubrirlo presente en tu vida”. Y esta apertura y descubrimiento no entienden de crisis, sino principalmente de “enamorarse”. No en vano, el joven seminarista se considera “afortunado” por haber descubierto la llamada de Dios. “La vocación, motivada únicamente por la fe, es la ofrenda de la vida que Dios regala”, recalca José Manuel, quien subraya que “en el fondo hay que reconocer que este atrevimiento surge de un encuentro con la persona de Jesús de Nazaret, que camina por nuestras calles agrietadas, y que también en medio de la crisis, de su crisis, supo  llevar a cabo su misión y nos invita a lo mismo. En definitiva, hacer de las grietas camino”, concluye.