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REFLEXIÓN > Juan Pedro Rivero

La ‘dimisión’ – Por Juan Pedro Rivero

   

La grandeza de una persona no está sólo en la forma de cómo asume los retos, los problemas, las nuevas situaciones, etcétera, sino con el realismo con el que descubre hasta dónde puede llegar y la humildad con la que deja espacio a otros. Hay que saber crecer y hay que saber ceder espacio a quien puede afrontar los retos mejor que nosotros. Hay que saber asumir y hay que saber dimitir. Y todos percibimos cuándo una dimisión no es una huida, una dejación, y cuándo es signo de un corazón grande que, por amor a la misión, por responsabilidad, sabe descubrir que “ha llegado la hora” de menguar para que el bien y la verdad crezcan. Me brota espontáneamente un grito de gratitud a Benedicto XVI, que nos ha sorprendido a todos con su prevista renuncia para el día 28 de febrero. Nos ha dado ejemplo hasta el final. Cuando cuesta tanto renunciar, dejar la silla, ceder espacio, reconocer que otros pueden hacerlo mejor, este anciano ha enarbolado, como tantas veces ha hecho, la bandera de la sencillez y se va, con la misma tímida fuerza con la que llegó. Nos dijo que era “un humilde trabajador de la viña del Señor” cuando asumió el pontificado, y se va con la humildad de “reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado”. ¡Cómo debemos aprender todos de esta actitud!

Acabamos de comenzar el tiempo de Cuaresma, tras las fiestas de Carnaval. La Cuaresma es un tiempo de preparación para la gran fiesta cristiana de la Resurrección de Jesús. Un tiempo penitencial, de conversión y cambio. Un tiempo para “renunciar” y para crecer. Y a las puertas de este tiempo, el Papa nos ofrece el gran ejemplo de su “renuncia”. Nos recuerda aquellas palabras de Juan el Bautista al inicio de la vida pública de Jesús: “Conviene que yo mengue para que él crezca” (Jn 3, 30). Sí, conviene que una luz se apague para que brille la gloria de Dios.

@juanpedrorivero