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La ‘Disneylandia de Oriente’ donde nadie sabe qué es la crisis

   

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JOSÉ LUIS CÁMARA | Santa Cruz de Tenerife

¿Qué tienen en común Buda, Jesucristo, Mahoma, Pericles, Lenin o Víctor Hugo? A priori, y con suerte, el mismo trozo de estantería en alguna biblioteca. Sin embargo, en el singular panteón Cao Dai, todos ellos son ‘santos’, y como tales son venerados desde hace un siglo por el caodismo, una religión sincrética que sólo en Vietnam reúne a más de cuatro millones de fieles. Uno de ellos es Rasy Sok, un joven de 28 años que vive con su mujer y sus dos hijas en Ho Chi Minh, la antigua Saigón. Para él, la crisis, los recortes, la prima de riesgo o Bankia dejarían de tener sentido si la gente aplicara los conceptos que promulgó Ngo Van Chieu, un funcionario de la isla vietnamita de Pho Quoc. De tradición budista, Ngo sufrió en 1926 una revelación durante una sesión de espiritismo, de un espíritu que aseguraba ser el Emperador de Jade (Cao Dai en vietnamita, aunque la traducción literal es Ser Supremo, el ojo que todo lo ve). Su mensaje le incitó a formular una doctrina en la que todas las religiones y creencias tenían cabida.

“El problema actual de muchos países es la falta de tolerancia, por ejemplo para admitir que todas las religiones pueden estar juntas bajo el mismo techo”, expone en un más que correcto inglés Rasy. Como cada fin de semana, el joven y su familia toman un autobús hacia Tay Ninh, la pequeña localidad donde se ubica el templo madre del caodismo. Allí, él y sus compañeros se sienten en una dimensión superior, a la que acceden en medio de cánticos, pomposidad y exotismo. Porque fue precisamente en uno de estos trances donde el ideólogo Ngo Van Chieu afirmó tener visiones y revelaciones de los espíritus de personajes relevantes del arte, la cultura, la política y la religión de la época. “No sé lo que significa la palabra crisis, pero lo buscaré en Internet”, asegura inocente Rasy, que sigue con la misma veneración a personajes tan dispares como Víctor Hugo, Juana de Arco, Descartes, Lenin, Shakespeare o Pasteur. “Son hombres santos que hicieron cosas buenas; deberíamos aprender de lo mejor de cada uno de ellos”, denota. No en vano, el caodismo aglutina elementos del taoísmo, el confucianismo, el cristianismo y el islamismo, presenta un fuerte componente espiritista e incorpora la meditación y la supresión del ego a las prácticas religiosas habituales.

En la práctica, los caodistas creen en un solo Dios masculino, aunque buena parte de ellos veneran también a la Madre Diosa, a la que consideran el “principio de todo”, el elemento creador. De igual modo, creen en la existencia del alma y en la posibilidad de comunicarse con los muertos, así como en la meditación, la revolución y hasta el vegetarianismo. Ello explica, por ejemplo, que los santos caodistas sean beatificados por su contribución a la cultura y el conocimiento. “Creemos en las cinco prohibiciones (no matar, no mentir, no robar, no vivir lujosamente y no ser concupiscentes), y el cumplimiento de ellas es el primer mandamiento de nuestra religión”, denota Vibol Pech, uno de los sacerdotes de la hermandad cristiana, a los que se diferencia por la túnica roja que visten.

Suena el gong que llama a la celebración, la segunda de las cuatro que se llevan a cabo cada día. A ella acuden por igual monjes y turistas, a los que se ubica en la parte alta del templo. La ofician indistintamente cardenales, obispos y sacerdotes, sean hombres o mujeres. Éstas, dentro del recinto, siempre visten de blanco (no importa su cargo), como símbolo de pureza. Mientras, la jerarquía masculina viste túnica, que puede ser roja, azul o amarilla según la hermandad y la corriente de influencia que siga el sujeto en cuestión. Así, el amarillo define a la rama budista, el azul a la confucionista y el rojo a los cristianos.

Esta explosión de color, unida a su particular concepción, fue lo que motivó que Graham Green definiera el templo de Tay Ninh como la Disneylandia de Oriente. “Dragones y serpientes en tecnicolor”, relató en una de sus crónicas el periodista y escritor británico, que visitó la antigua Indochina en los años 30. Fue precisamente en esa época cuando Tay Ninh se quedó sin su Papa, un puesto está vacante desde entonces. “Aún no ha llegado otro elegido”, señala Vibol, que asegura que para el caodismo el dinero no es más que un papel o un trozo de metal. “En Occidente vuelve loca a la gente y la controla”, subraya. No le falta razón.