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Fumarolas hidrotermales y especies gigantes, enigmas que ocultan los océanos

Fotografía facilitada por la empresa Aquawork de los restos de un calamar gigante localizados en aguas del sur de Tenerife en agosto de 2011. | EFE

EFE | Santa Cruz

La ciencia aún tiene mucho por descubrir en los océanos, de cuyas especies sólo se conoce un pequeño porcentaje, y cuando revelen sus secretos habrá sorpresas, pues aún existen enigmas sobre los que indagar como las fumarolas hidrotermales o la búsqueda de cefalópodos gigantes en aguas canarias.

Así lo indica en una entrevista a Efe Fátima Hernández, que es conservadora de Biología Marina del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife y que ha impartido una conferencia titulada “Océanos: misterios del pasado versus enigmas del futuro” dentro del curso “Los detectives de la naturaleza” III edición.

Fátima Hernández precisa que del océano “conocemos muy poco, prácticamente”, puesto que la mayor información se relaciona con los primeros doscientos metros e indica que aún queda “muchísimo por descubrir. Nos vamos a sorprender en el futuro”.

Como ejemplo la bióloga marina cita que para la ciencia fue una sorpresa el hallazgo de fumarolas hidrotermales en Galápagos, en la década de los años setenta del siglo XX, no hace tanto tiempo tampoco, a varios miles de metros de profundidad, hecho que hizo “replantearse ciertos aspectos” a los biólogos “porque algunos conceptos que se tenían de los ciclos en ciencia se tambalearon”, ya que hallaron comunidades con especies que presentaban gigantismo asociadas a estas fumarolas.

Además se constató que ahí se llevaban a cabo procesos complejos de quimiosíntesis.

El impacto fue mayor cuando se descubrieron otras fumarolas hidrotermales en la Antártida de características similares pero con una fauna asociada diferente a la de Galápagos que aún se debe investigar.

Esto presenta una dificultad añadida y es que se trata de hábitats muy profundos y presiones “terribles” a los que hay que acceder y observar mediante sumergibles con cámaras.

En Canarias el mayor misterio que albergan sus aguas son los cefalópodos colosales, en concreto la búsqueda del gran calamar del que a veces se han hallado restos pero que continúa siendo un misterio “escurridizo” cuando se organiza una campaña oceanográfica en su búsqueda.

Fátima Hernández apunta que el océano es “el gran desconocido” y del que se sabe muy poco, con apenas unas 250.000 especies marinas censadas frente a las más de dos millones que se conocen en tierra.

Es en el siglo XIX cuando la oceanografía toma auge y anteriormente marineros, piratas, navegantes y capitanes crearon una mitología náutica importante al interpretar lo que veían.

“Todavía hay miedo al mar profundo”, relata la bióloga marina, quien en su conferencia ha hecho un repaso “por todos los monstruos, mitos y leyendas vinculadas al mundo marino y que pertenecen a la criptozoología: lo que va a seguir formando parte de leyendas y mitos marinos”. A otros se les ha encontrado una solución razonable.

Entre estos seres “fabulosos” se encontraban Leviatán, sirenas, tritones y serpientes marinas que dieron lugar además a una imaginería medieval y renacentista plasmada en obras de arte.

Para otros fenómenos “extraños” vinculados a los océanos a los que la ciencia encontró una solución, entre ellos, al mito de las sirenas.

Como puntualiza la investigadora, este mito procede de los “sirenios”, unos mamíferos acuáticos que emiten sonidos y durante la época del amamantamiento de las crías previsiblemente los antiguos marinos confundieron con sirenas que los atraían hacia los arrecifes para hacerles naufragar.

Pero además también hay mitos marinos vinculados a la bioluminiscencia, es decir, la producción de luz biológica en muchas especies, los cefalópodos vampiros o los llamados “unicornios” marinos. También el oro rojo, el ámbar gris, medusas gigantes_
Se han encontrado peces fósiles, de los que hay ejemplares en el Museo de la Naturaleza y el Hombre de Tenerife, como celacantos o quimeras, los “sueños” de los océanos, emparentados con los tiburones y que con sus rasgos arcaicos provocaban toda clase de leyendas.

Lo mismo ocurrió con las llamadas serpientes marinas gigantescas que avistaban antiguamente los marineros, y que previsiblemente eran peces sable, género Regalecus, que llegan a alcanzar los 20 metros de longitud y que debían haber provocado “un impacto visual terrible” en las tripulaciones de los barcos de los siglos pasados.