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“Las cabras no son una amenaza en Canarias”

VERÓNICA MARTÍN | Santa Cruz de Tenerife

“El pastoreo de cabras no es un peligro para el mantenimiento del ecosistema canario”. Así lo defiende el profesor del Departamento de Ecología de la Universidad de La Laguna (ULL) José Ramón Arévalo que es el editor de del libro Ecology vegetación al soil impact (NovaPublsihers). En esta obra se valora el impacto del pastoreo extensivo en distintos lugares del mundo y la relación, además, con el aspecto etnológico y con la economía local.

El libro lo edita José Ramón Arévalo que es el director del equipo Especies invasoras: grupo de investigación interinsular formado por científicos de la ULL y de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC). En la obra se recopilan estudios de autores de centros de investigación de Chile, Mongolia, Australia, Estados Unidos, Israel e India, entre otros países.

“Todos ellos llegan, de manera general, a la conclusión de que el pastoreo extensivo bien manejado no solo es compatible con la conservación de los ecosistemas sino que, además, la favorece al igual que ayuda al mantenimiento de labores y tradiciones como la actividad primaria de producción de leche, quesos o carne”, explica el investigador.

En este sentido, el ecólogo de la ULL insiste en que estos datos -que también se han publicado en revistas científicas y se han presentado en congresos internacionales- vienen a contradecir algunos estudios sobre el asunto y podrían servir para que las administraciones reflexionen sobre algunas restricciones que han tenido lugar, por ejemplo, en Canarias.

Con respecto al Archipiélago, hay varias zonas que han sido específicamente estudiadas por este grupo de investigación y se llega a la conclusión de que en “las zonas donde hay pastoreo, no hay una peor conservación que en aquellas donde se ha prohibido”. Ejemplo de ello son Teno Alto en Tenerife; Valle Gran Rey en La Gomera y en ciertas comunidades de La Palma.

“Otras situaciones son las de, por ejemplo, Fuerteventura, donde hay muchas cabras cimarronas -es decir, libres sin control de pastores- y esas sí que pueden suponer un problema, pero nunca de la forma tan dramática como se ha expuesto en el pasado”, añade Arévalo. El científico expone que esto ocurre, principalmente, en Gran Canaria o en la Caldera de Taburiente en La Palma donde se introdujo los arruí. Algo muy parecido a lo que ocurre en el Teide con los muflones, que han generado un grave daño a ese ecosistema tras haber sido introducido para fines cinegéticos.

“Por ello, remarco que tiene que haber un proceso de gestión serio porque, de lo contrario, podemos hacer más caso al sentimentalismo que a la ciencia”, dice e insiste en que no se “puede extrapolar conclusiones de estudios que se realizan en zonas muy concretas y con circunstancias particulares para todo un territorio porque se puede perjudicar una actividad etnográfica importante”, si se toman medidas drásticas basándose en esos trabajos. La cabra es un vertebrado introducido y la vegetación canaria es de origen mediterráneo, “son plantas con alta capacidad de resistencia al pastoreo, aunque hay que controlar algunos espacios concretos”, añade el director de la obra.

En algunos casos, las cabras favorecen el mantenimiento del ecosistema. “Se ha visto, en algunas zonas, que la exclusión del pastoreo las ha perjudicado porque las cabras ayudan a dispersar las semillas. La causa de esta circunstancia es que las semillas, al pasar por el rumen que tiene la cabra (el tracto digestivo) se escarifican y se favorece la germinación”, afirma.

Eso sí, en toda su exposición recalca muy bien la palabra “controlado” y recomienda que, por ejemplo, se evite el pastoreo en zonas de alta protección como en el Parque Nacional del Teide, porque el objetivo es mantenerlo tal y como se encontraba antes de la llegada masiva de la población. Por otra parte, aporta que su investigación permite conocer los ratios de carga de cabras por espacios determinados y recuerda que en las Islas estudiadas “hay aún capacidad de más cabras”.

El resto de grupos de investigación que participa en la publicación sobre las cabras llegan a unos datos muy similares. En todos estos capítulos se concluye que es una actividad que hay que favorecer con regulación y control. “En Canarias, cada vez que pasemos cerca de un pastor, hay que recordar que, posiblemente, sea de los últimos que quedan porque, entre la regulación estricta y los problemas económicos, ya muy poca gente quiere dedicarse a esto”, remarca el profesor José Ramón Arévalo quien dirige, en estos momentos, una tesis doctoral sobre este asunto que se leerá en breve en la misma Universidad de La Laguna.