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Maestros – Por Jorge Bethencourt

   

Siguiendo la nueva costumbre de solventar en el plató de los medios de comunicación todos los males del país, la Comunidad de Madrid decidió la semana pasada colocar en la picota a la mayor parte de los 14.000 aspirantes a maestros de las últimas oposiciones. Para fregar los suelos con el prestigio de los aspirantes a docentes, se filtraron los resultados de una prueba de conocimientos generales en la que un alto porcentaje de candidatos demostraron una ignorancia elefantiásica. Muchos de los que pretendían enseñar a los jóvenes de primaria no sabían trasladar kilogramos a gramos, señalaron que por Madrid, además del austero Manzanares, pasan los ríos Duero, Ebro y Guadalquivir (que es navegable hasta Galapagar), establecieron que Soria es una comunidad autónoma, que Ciudad Real y Badajoz son provincias de Andalucía, que un caracol es un crustáceo y, entre otras delicias, que una gallina un mamífero. Menos de dos mil almas de cántaro aprobaron la prueba que en materia de ortografía y definiciones dejó respuestas dignas de figurar en uno de esos libros de antología del disparate. Lo peor, con todo, no es el resultado, el penoso nivel de conocimientos de los que pretendían enseñar a sus futuros estudiantes, sino la sucesión de miserias que ha seguido a la prueba. El escarnio público en la prensa no aporta ni un hálito de solución a lo que denuncia. Y es la repera que para los sindicatos de enseñanza el problema esté en que la prueba de conocimiento se fijó “apenas cinco meses antes de las oposiciones y con un temario muy amplio”. O sea, no. Una gallina no es un mamífero aunque las pruebas se convoquen con un siglo de anticipación. De nuestras escuelas y universidades sale gente que no sabe escribir la “o” con un canuto. En lo que llevamos de democracia hemos tenido 11 reformas educativas porque aquí cada maestrillo tiene su librillo, cada Gobierno su gran cambio y cada mentecato una capa de la que hacer un sayo. Y a pesar de todo cada informe de evaluación de la enseñanza nos saca los colores. Nuestros maestros no son el problema. Como no lo son nuestros médicos. Les hemos robado la jerarquía. Los hemos transformado en simples piezas de un sistema que democrática y asambleariamente nos ocupamos entre todos de complicar, enrevesar y cambiar a cada momento entre el cacareo de todos los que tienen una gran idea para jeringar un poco más el invento. En este país no solo hemos perdido la educación, sino que además se nos ha extraviado el respeto. Todo es madera para quemar en la hoguera del escándalo. Nada se afronta con mesura, con serenidad y sensatez. Nada se arregla porque el fin de todas las cosas no es reparar, sino escribir los renglones torcidos de nuestros intereses más inmediatos. Y la gallina, si vende, que siga mamando como un mamífero plumífero y ovoide.

@JLBethencourt