Nos contaron que iba a ser la panacea contra la delincuencia en los sures y el tráfico de drogas. Pero de eso ya no se habla. Después de cuatro años de renuncias y deserciones en cadena, y de una existencia anodina, con sesiones de pases de modelo y notas de prensa por la incautación de una piedra de hachÃs de tres gramos, lo que le faltaba ahora a ese inútil y costoso capricho del presidente Rivero que es la PolicÃa Autonómica era un escándalo por detenciones ilegales y pruebas inventadas.
La pasada semana, dentro del marco de un operativo de la Guardia Civil denominado Operación Ladrillo, fueron detenidos un inspector, un subinspector, un oficial y hasta siete agentes acusados de detención ilegal, omisión del deber de perseguir delitos, de falsedad documental y de un delito contra la integridad moral en lo laboral.
El asunto arranca de un chusco episodio de supuesta detención ilegal, en el que un ciudadano de Las Palmas fue detenido y traslado a las dependencias de la policÃa volcánica acusado de ebriedad. No era asÃ, el hombre no estaba en absoluto borracho, y su detención fue un error. En vez de pedirle disculpas, que es lo que procede en estos casos, uno de los jefes planteó al agente responsable de la detención que se autolesionara para acusar al detenido de resistencia a la autoridad y evitar asà una posible denuncia por detención ilegal.
El agente se negó y -según parece- entonces el mando la emprendió a golpes con él. Tras golpearle repetidamente el rostro, el inspector le dijo que ya tenÃa de qué acusar al detenido, que fue efectivamente puesto a disposición judicial por desobediencia y resistencia a la autoridad.
Ante la jueza que se ocupó del caso, el agente golpeado se negó sin embargo a aclarar que habÃa sido agredido por el detenido. La jueza abrió inmediatamente una investigación llevada a cabo por la Unidad Orgánica de PolicÃa Judicial de la Guardia Civil, al parecer con intervención de conversaciones telefónicas y que provocó que la pasada semana se produjeran diez arrestos y las primeras imputaciones en la PolicÃa Autonómica.
Lo más indignante del asunto es el silencio absoluto del Gobierno y sus medios sobre este bochornoso accidente. En todas las policÃas del mundo se producen algunas veces comportamientos indecentes. Negarse a hablar de ellos o silenciarlos no contribuye a la ya pésima imagen de una policÃa sin efectivos, medios, recursos ni función, que se mantiene solo porque al presidente Rivero no da su brazo a torcer.