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La Victoria de Acentejo: otra lectura de la crisis – Por Wladimiro Rodríguez Brito

Ante la dura situación actual, estamos en la obligación de sembrar optimismo, de hacer surcos, de buscar alternativas y poner semillas que den frutos. Hemos de canalizar cuantas iniciativas aporten y optimicen recursos, a la vez que hacemos esta tierra más justa social y ambientalmente. Hay alternativa a las carencias básicas que sufrimos en el presente.

La Victoria de Acentejo es una referencia de otra manera de hacer las cosas. Entre la antigua carretera general del norte y el monte de la cumbre existe una de las zonas de cultivo más bellas del Archipiélago; allí apenas hay hoy parcelas cubiertas de maleza. Los victorieros han puesto su trabajo, ilusión y cariño para mantener un espacio cultivado de viña, papas y castaños. Sin duda es el mejor ejemplo que tenemos desde La Graciosa hasta La Restinga; además se ha garantizado un cortafuegos gracias a los cultivos entre el monte y las zonas pobladas.

Los agricultores no se injertan; son hijos de un largo proceso cultural y social cargado de experiencia, de sabiduría y de compromiso, de ilusión y de sueños. El campo tiene mucho de cultura familiar; lo que somos siempre tiene mucho que ver con el entorno en el que hemos vivido.

La Victoria, con sus castaños, las papas y la vid, es sin duda una referencia que debemos valorar y estudiar. La gestión del territorio allí es marcadamente diferente de lo que ocurre en gran parte de Tenerife y en las otras islas. ¿Por qué hay tantas diferencias entre las viñas de Las Riquelas en El Sauzal y las de La Victoria? En unas hay amplias zonas de maleza, mientras las segundas están totalmente cultivadas.

La Victoria puede ser una referencia de otra manera de hacer y entender las cosas; es una ventana abierta que aporta luz a la oscura noche de la crisis. Desde la zona de castaños integrada con el espacio forestal hasta la vieja carretera del norte tenemos un espacio escalonado totalmente cultivado; primero con castaños y papas, luego con papas y finalmente con el monocultivo de la viña. Los cultivos de papas forman un espacio singular que se extiende por el este hasta La Vica, en La Matanza, y por el oeste hasta el Lomo Monroy-Sacatín, en Santa Úrsula. Es sin duda la mayor porción de la piel de la isla picuda sin zarzales ni helecheras, ni granadillos o hinojos, ni tampoco espinos (tojos).

Demos la enhorabuena a los campesinos que viven el presente con una lectura del ayer y un compromiso con el futuro. Allí un amplio colectivo se ha negado a tirar la toalla y sigue manteniendo un campo como antaño. Este modelo, si se permite, victoriero, no sólo genera puestos de trabajo y alimentos, sino estabilidad social. ¿Cuántos miles de puestos de trabajo se podrían generar en la isla de Tenerife si estuviese cultivada como La Victoria?

Es un paisaje que invita a visitar y contemplar sus bellos rincones; no sólo por placer estético, sino también como una referencia de otra manera de hacer las cosas. Los cultivos de papas y castaños tienen mucho de sabiduría y de observación, en los que sirven de complemento los aportes de materia vegetal de los castaños con la función de paraguas de protección de las papas ante el sereno; incluso el periodo no vegetativo del castaño es positivo para el desarrollo de las papas.

Se ha realizado un gran esfuerzo para mantener las papas de color, con un número amplio de variedades que permiten ante diferentes situaciones climatológicas conseguir cosechas; unas son más tolerantes o exigentes al viento, a la sequía o al calor. La polilla guatemalteca es una grave amenaza, así como el deterioro de la fertilidad del suelo. Es fundamental la rotación de cultivos con leguminosas, cereales o manchón. La viña es el cultivo dominante en la comarca, casi en monocultivo en las zonas que ocupa. La orientación hacia el oeste de la comarca hace que allí se produzcan unos vinos de gran calidad por la gran insolación. Hace cuarenta años la vid compartía el territorio con papas y legumbres; la viña en el periodo no vegetativo se recogía al pie de los ribazos, extendiéndola en la primavera levantada sobre horquetillas y varas. Ahora se cultiva en espaldera fija, suprimiendo la rotación y perdiendo capacidad para cavar y fertilizar los suelos, como se hacía antes, en muchos casos con amplio uso de herbicidas, con pérdida de oxigenación y fertilización de los suelos.

Si aplicáramos el modelo rural de La Vitoria a nuestras medianías, sólo en la producción de papas y vino se generarían más de 20.000 puestos de trabajo en Canarias. Como bien dice Eladio, del guachinche y bodega Sacatín, para ello hay que tomar medidas con las importaciones de vinos y papas que en estos últimos años se han realizado con muchos interrogantes para los agricultores y productores. Lo que ocurre en La Victoria de Acentejo es una lección de que otro campo es posible. Generemos motivación y estímulo, y tomemos medidas que protejan la actividad y el esfuerzo de los hombres y mujeres que quieran hacer surcos en esta tierra. Otras islas son posibles, más justas y sostenibles en los planos social y el ambiental.

Wladimiro Rodríguez Brito ES DOCTOR EN GEOGRAFÍA