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¡Hasta pronto, Segunda!

Kitoko abraza a Nino tras perder en Alcorcón | EFE

MÁXIMO MARTÍN | Santa Cruz de Tenerife

El quince de mayo de 2011 y las 12:41 horas serán recordados como el día y la hora en las que el Club Deportivo Tenerife retrocedió 23 temporadas de golpe. La victoria que ayer logró el Nàstic de Tarragona frente al Real Betis Balompié confirmó el descenso matemático de categoría de la entidad blanquiazul. El temor que arrastraba la afición desde el inicio del campeonato, allá por el pasado mes de agosto, ya es una triste realidad, probablemente la más difícil de asumir para los seguidores, que desde el año 1987 están acostumbrados a ver a su equipo en el fútbol profesional.

Veinticuatro años después, el CD Tenerife volverá a jugar en la Segunda División B. El último descenso a la tercera categoría nacional se cosechó el cuatro de mayo de 1986, con Domingo Rivero en el banquillo. Hoy en día es otro entrenador tinerfeño, David Amaral, el que le pone rostro a tan fatídico final. Curiosamente, justamente hoy se cumple exactamente un año del descenso de Primera División. Hace precisamente 365 días, el Tenerife de José Luis Oltra perdía la categoría en el estadio valencianista de Mestalla.

Las causas de este desastre tan mayúsculo son de sobra conocidas. Una mala planificación deportiva, llevada a cabo por Santiago Llorente; la nula capacidad que han demostrado los cuatro entrenados que han pasado por el banquillo (Gonzalo Arconada, Juan Carlos Mandiá, Antonio Tapia y David Amaral); la escasa calidad, coraje e implicación de una plantilla que al principio de curso fue infinitamente sobrevalorada; y especialmente, el escaso acierto que ha tenido la directiva, encabezada por su presidente Miguel Concepción, del club desde que descendió de Primera División. Esos son algunos de los motivos por lo que hoy llora la Isla entera.

¿Y ahora qué?

El Tenerife tiene tres partidos más para despedirse del panorama futbolístico nacional. Albacete, Ponferradina y UD Las Palmas serán los tres últimos rivales de Segunda. Curiosamente los dos primeros acompañarán a los blanquiazules en el descenso, mientras que el derbi será el peor castigo posible. Con los amarillos ya salvados, la fiesta del fútbol canario será el más duro de los escarnios posibles para aquel que deseó en agosto que el cuadro grancanario le hiciera a su equipo el pasillo de honor.

Después de la jornada 42, el Tenerife no pertenecerá a la Liga de Fútbol Profesional (LFP), la élite del deporte rey español. Se convertirá automáticamente en un conjunto amateur, que compite en una liga semiprofesional dependiente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF). Un equipo más, como los 79 restantes que jugarán durante el próximo campeonato en la categoría de bronce.

El futuro no es nada alentador. Para empezar, la parcela deportiva tiene que sufrir una profunda restructuración. Al club le será imposible poder abonar las fichas y los emolumentos que pactó con los jugadores, debido a que el presupuesto sufrirá un recorte brutal por la disminución también radical de los ingresos.

Por este motivo, la plantilla del curso venidero no se parecerá en casi nada a la de este año. Es posible que a lo sumo sigan un par de jugadores, pero el resto serán diferentes. Pero antes de eso, el club tiene que abrir la puerta para dejar salir a los que están dentro. Hasta con 15 jugadores habrá que negociar, pues tienen contrato en vigor para la próxima temporada, como mínimo. Así las cosas, se presenta un verano ajetreado en las oficinas del Callejón del Combate, por las que tendrán que pasar Nino, Juanlu, Luna, Melli, Omar, Julio Álvarez, Natalio, Rosquete, Aragoneses, Bellvís, Aitor, Beranger, Sicilia, Hidalgo y Ricardo.

Con los que no habrá lío será con los que finalizan su estancia en la Isla. Luis García, Bertrán, Mikel Alonso, y Kome harán sus maletas el 30 de junio. Otros que se van para no volver son Prieto, Kitoko, Dubarbier e Igor, todos ellos jugadores cedidos hasta el final del presente curso. Todos abandonarán el club por la puerta falsa y siempre serán recordados como los culpables de una tragedia deportiva para Tenerife.

Paralelamente al cambio radical de jugadores, que se tiene que producir de manera forzosa, el Tenerife tendrá que aligerar su parte administrativa. La actual organización interna corresponde casi a la de un equipo de máxima categoría, por lo que habrá que ajustarla a la realidad. Eso supone, tristemente, que muchos empleados se irán a la calle, a pesar de que han pasado toda su vida trabajando al servicio de una empresa poco convencional, ya que no depende de las ventas y los ingresos, sino de que unos señores marquen gol y otros eviten encajar en su propia portería.

Los once puntos que separan de la salvación a falta de tres jornadas han decidido el destino del conjunto chicharrero, que jugará en Segunda B después de 24 años.