X
LA MARESÍA > CÁNDIDA CARBALLO

A la espera

   

La frase más oída ayer entre la gente que me tropecé durante el día fue: “A ver si ahora la cosa mejora”. Yo, que soy de naturaleza descreída, me hice la longuis y cambié, cuando pude, la conversación; sólo cuando alguien insistía me vi obligada a explicar mi actitud casi indiferente y un tanto desesperanzada. En definitiva, muchos ciudadanos esperan que estas elecciones del domingo logren transformar una situación económica que difícilmente se cambia desde los ayuntamientos, cabildos o el Gobierno regional. Tampoco creo que un relevo en el Gobierno estatal pueda dar el vuelco a la crisis que necesitamos los canarios. Sin embargo, esta desesperanza no significa que no crea que es imprescindible que los nuevos representantes municipales, los consejeros de los cabildos y el propio Ejecutivo regional se constituyan cuanto antes. Estas instituciones no tienen potestad para derruir el muro de una crisis económica supranacional, pero que en España tiene unas señas de identidad propias y casi cinco millones de consecuencias inexplicables en las personas que buscan y no encuentran empleo. Sé que se avecinan nuevos y más rotundos recortes presupuestarios, y que este año y el próximo no vienen con el pan de la abundancia bajo el brazo, por mucho que durante la campaña electoral hayamos aireado las excelentes cifras que está arrojando el turismo, afortunadamente. Sólo pensar en la nueva erupción de otro volcán en Islandia nos ha puesto en alerta y deja al descubierto la fragilidad de una recuperación turística con la que estamos alimentando las expectativas de la economía de las Islas. Con todas estas reservas, bienvenidos sean los turistas y que lleguen, por la gracia de Dios o sin ella, durante muchos años.

Por ahora, el milagro o las circunstancias han propiciado que esta llegada de visitantes en los primeros meses de 2011 impida que el paro en el Archipiélago no llegue al temido 30% de la población activa. Sin embargo, sigue ahí ese doloroso 26% de desempleados. Muchos de ellos tienen escasas posibilidades de encontrar trabajo. Así que, aunque las instituciones locales no puedan solucionar el enorme problema de cientos y miles de familias donde ya no entra ningún sueldo, sí pueden paliar y atender sus necesidades básicas. Todos sabemos que, mientras se producen las transiciones entre una corporación y otra, nada es urgente. La burocracia propia de ayuntamientos, cabildos y Gobierno supone ya una lacra para atender necesidades perentorias, pero, si además carecen de cabeza que dirija las políticas a seguir, el problema se hace mayúsculo. No están los tiempos para perder el tiempo. Ya se ha recortado bastante el presupuesto para atender a la parte más débil de la sociedad, que crece cada día y en la que ahora se encuentran infinidad de familias que hasta ahora vivían de su trabajo. Las urnas ya han decidido, como ya es tradicional en las Islas, que serán necesarias las alianzas y no es momento de incertidumbre. Las dudas son malas para la economía y peores para los ciudadanos. Y, aunque reconozco que estos días de dimes y diretes son muy entretenidos en las redacciones de los periódicos, lo cierto es que esta vez no podemos permitirnos estar a la espera.