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“La cagamos pisando un poco más de lo que teníamos que pisar”

   

Manu Brabo en un hotel de Tripoli, Libia, tras ser liberados de su cautiverio | EFE

EUROPA PRESS | MADRID

El fotoperiodista español Manuel Varela de Seijas Bravo, que firma como Manu Brabo, ha relatado este viernes cómo fue capturado y discurrieron sus 43 días de cautiverio retenido por las fuerzas leales a Muamar Gadafi. “La cagamos un día pisándole igual un poco más de lo que le teníamos que pisar”, ha hecho a modo de reflexión.

En rueda de prensa en el aeropuerto de Madrid Barajas, donde ha aparecido flanqueado por sus padres, ha explicado que el 5 de abril pasado él y otros compañeros se encontraban en “primera fila” de batalla durante un contraataque de las fuerzas de Gadafi sobre el “ejército de Pancho Villa” de los rebeldes cerca del enclave petrolero de Brega.

Los rebeldes huyeron y dejaron a los periodistas a su suerte, que se convirtieron en “blanco” de las tropas de Gadafi. Brabo consiguió ponerse a cubierto alejándose de la carretera, pero el periodista sudafricano Anton Hammerl resultó herido cuando intentaba alcanzar uno de los vehículos de los rebeldes que huían.

“Nos frieron a culatazos”

Cuando las fuerzas de Gadafi capturaron a Brabo junto a los periodistas estadounidenses Clare Gillis y James Foley, el español sólo vio que Hammerl estaba tirado “pálido y con las tripas fuera”. A Brabo y a los otros dos compañeros les “frieron a culatazos” antes de subirles en un furgón y trasladarles a una casa en Brega, donde les retuvieron unas horas maniatados aunque les dieron agua, cigarrillos y comida.

De ahí les trasladaron a otra localidad que Brabo cree que sería Sirte, donde les someten a un primer interrogatorio “con los ojos vendados” y les encierran un par de días en un calabozo, con entrevista para la TV libia incluida, antes de llevarles a Trípoli junto a otro equipo de la NBC que habían capturado pero que fue liberado “en tres días”, lo que permitió dar a conocer que Brabo y los otros dos compañeros estaban en Trípoli.

En la capital libia, Brabo pasó 12 días en un centro de detención militar “en una celda aislado”. Al segundo día, le sometieron a cuatro horas de interrogatorio “que empieza muy bien” porque los militares le comentan que “España y Libia se llevan bien” y que ellos habían “celebrado mucho la victoria” de la Selección en el Mundial de Fútbol de Sudáfrica. Pero a Brabo le acaban acusando de “espionaje”.

A los 12 días, Brabo abandona la celda en un furgón de presos junto a James Foley y otro periodista tunecino hacia el juzgado, donde les acusan de “entrada ilegal en el país y de ejercer el periodismo sin permiso” y les llevan a la cárcel de Sdeida, en Trípoli, donde encierran al español con otros ocho presos, lo que el fotógrafo gijonés prefería al aislamiento.

Es durante su estancia en Sdeida cuando a Brabo se le permite, en una visita al alcaide, llamar a sus padres desde un teléfono que le prestan. “A partir de ese día me encuentro mucho mejor porque tenía una preocupación muy grande (*) porque tú sabes que estás vivo pero ellos no tienen ni puta idea me imagino. Y luego resulta que sabían más que yo”, comenta.

La intervención de Saadi Gadafi

En una nueva visita al alcaide, a Brabo se le presenta un tal señor Sibani, que dice ser “representante de la oficina de Saadi Gadafi”, uno de los hijos del coronel libio, y que afirma que el caso de Brabo y el de sus compañeros le parece una “injusticia atroz”, por lo que intentará que todo acabe pronto y que al menos no estén en prisión.

Les da además 50 dinares con los que Brabo compra “tabaco y cepillos de dientes para toda la celda”. Al cabo de unos días, sacan de la cárcel a Brabo y a otro periodista inglés que llevaba 67 días en prisión al que confunden con un americano y los trasladan a una villa cercana, donde esperan al fotógrafo español “una cama, dos libros en inglés, un espejo y un plato de pescado con gambas”.

La granja del engorde

“Pero al cabo de cuatro horas a la OTAN le da por bombardear y nos tenemos que pirar de allí porque están cayendo las bombas al lado y nos vuelven a trasladar al centro de detención” primero que conoció en Trípoli para al día siguiente llevarles a una nueva villa donde se reunió con Claire Gillis y James Foley y que él bautizó con el nombre de “la granja de engorde” porque les alimentaron bien.

El pasado 9 de mayo el diplomático español Diego Ruiz, enviado a Trípoli para gestionar la liberación de Brabo, habla con él y le pide que tenga “paciencia” y le asegura que “lo peor ha pasado” y que “no haga ninguna cagada”.

El martes pasado Brabo, Foley y el compañero británico fueron conducidos de nuevo hasta el juzgado donde “en cinco minutos el mismo fiscal” que les había hecho las preguntas “se pone la toga y ahora es el juez”. Les pregunta si tienen alguna petición que hacer y todos contestan que volver a casa. El veredicto que posteriormente les comunica el traductor es que los tres son “inocentes”, pero que tienen que pagar los costes del juicio.

Aun con ese veredicto, les llevan de vuelta a la villa y no fue hasta el día siguiente cuando quedan definitivamente en libertad al trasladarles al hotel Rixus, donde el portavoz del Gobierno de Gadafi, Musa Ibrahim, anuncia su liberación ante la prensa.

Con la voz entrecortada, Brabo ha reconocido que ayer, al mirar en Internet cómo el Gobierno y la sociedad española se movilizó por su caso, que quedó “flipado”. “No sé cómo dar las gracias”, dice provocando los aplausos de familiares y amigos en la sala de prensa.

En los próximos días, lo único que quiere hacer es estar unos días en Madrid con la familia y amigos y “tratar de hacer vida normal” y “a currar si se puede”, aunque no se plantea volver a Libia, aunque es “tentador”. “Si me vuelven a cazar, me van a joder bien”, comenta y asegura que no se arrepiente de haber decidido cubrir la guerra de Libia. “Hasta que me pillaron estaba viviendo el sueño de mi vida”, ha dicho.

Ha confesado que durante su cautiverio pensaba que había una maquinaria en marcha para liberarle. “Me he llegado a imaginar que venían los Navy Seals (grupo de élite del Ejército estadounidense) a por mí”, ha indicado arrancando las risas de la audiencia.

El padre de Brabo, Manuel Varela, ha agradecido con la voz entrecortada las gestiones del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación por mantener “la esperanza vida todos estos días” y a los medios de comunicación por haber sido “respetuosos” con la familia. Y para expresar el orgullo que sentía de ser español dijo, tirando dela Fórmula 1: “No quiero ser el padre de Hamilton sino de Fernando Alonso”.

Según la información que trasladó Claire Gillis a Brabo cuando fue liberada un poco antes que el asturiano, la diplomacia turca tuvo un papel también clave en la liberación de los periodistas.

Mira el vídeo del fotoperiodista en la rueda de prensa:
Manu Brabo relata su experiencia