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No está hecha la miel para la boca del asno

   

La miel fue el principal endulzador de Europa hasta el siglo XVI. | DA

M. I. | SANTA CRUZ DE TENERIFE

Hasta el siglo XVI, en que el azúcar comenzó a ser más asequible, la miel fue el principal endulzador en Europa, especialmente para los pueblos centroeuropeos y eslavos, en los que el cultivo de la caña era casi imposible.
Se trata de uno de los productos más antiguos de la alimentación humana, al punto de que para algunos pueblos era un alimento sagrado, lo mismo entre las culturas del África mediterránea y las europeas como en las americanas, siendo habitualmente una de las ofrendas a los dioses.

Las referencias al Paraíso como un lugar en el que corría un río de miel aparecen en varias religiones, y los griegos creían que una de las bebidas de los dioses era el hidromiel, la mezcla de miel con agua.

Hay una cocina de la miel con miles de años de edad y era uno de los ingredientes fundamentales para el recetario árabe y también para la culinaria medieval española, donde los platos se acostumbraban a aderezar con productos dulces y con las más diversas especias.

Cervantes nos cuenta que los bizcochos borrachos con miel eran algunos de los dulces que Don Quijote saboreaba, así como los llamados pestiños. En Canarias, en la época actual, muchos cocineros de las Islas han tomado la miel como uno de los productos con los que proporcionar originalidad a nuevas creaciones, en respuesta a los concursos y publicaciones que desarrolla la Casa de la Miel, ente del Cabildo de Tenerife y que se encuentra junto a la Casa del Vino, en El Sauzal.
En Tenerife tenemos el privilegio de contar con un patrimonio de exquisitas mieles, tanto de varietales singulares como multiflorales, de costa, monte y cumbre, a las que la variedad botánica les da unas características sorprendentes, fruto de las múltiples combinaciones florales posibles.

Entre ellas hay algunas como la miel de retama del Teide, que se produce en el periodo de primavera-verano, a más de 1.500 metros de altitud. De color ámbar muy claro, con tonalidades amarillas, presenta un aroma delicado con toques vegetales y cálidos y un suave sabor.

También existen las mieles de tajinastes (de delicado sabor), de castaño, de aguacates -de color oscuro y con un olor característico de caramelo y fruta madura-, de brezal, etcétera. Y es una sana presencia en la alimentación casera a cualquier edad.

Ya que citábamos antes el Quijote, señalemos que Sancho Panza acuña el refrán en el que prueba la alta estima que le tiene al producto, cuando, al hablar con su mujer sobre la ínsula que el hidalgo les daría para gobernar, señala: “No es la miel para la boca del asno”, situándola como equiparable a algo que sólo podrían apreciar debidamente personas con gusto exquisito.