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PhotoEspaña abre sus puertas con retratos del antiguo Egipto

   

EFE | MADRID

La XIV edición de PhotoEspaña comienza su andadura con una exposición de lujo, la dedicada a los antiguos retratos de Al Fayum, una de las manifestaciones artísticas más impresionantes de la historia de Egipto en su periodo romano.

El Museo Arqueológico Nacional, que se suma al festival con esta exposición, muestra por primera vez en España trece retratos realizados entre los siglos I y IV después de Cristo, considerados por Gerardo Mosquera, comisario general de PhotoEspaña, las primeras “fotos de identidad o de carné” de la historia.

Con el retrato como tema central del festival, estas obras se relacionan con la exposición que también ha abierto hoy sus puertas en la sala Alcalá 31, en la que se exhibe la obra de Cindy Sherman y Thomas Ruff, junto a imágenes inéditas de Frank Montero, un mexicano nacido a mediados del siglo XIX.

La exhibición de los retratos de Al Fayum lleva al extremo el objetivo de dinamizar el festival “más en lo fotográfico que en la fotografía” que se ha planteado Gerardo Mosquera, comisario general del festival y y también de las exposiciones inauguradas hoy.

Realizados por pintores griegos en el Egipto romanizado, estas obras constituyen los retratos bidimensionales “más antiguos que nos han llegado a nuestros días, y el único ejemplo de pintura de caballete de la antigüedad clásica que se conserva”.

Se empleaban para cubrir el rostro de las momias y servir de instrumento de identificación, de forma que el alma del difunto pudiera localizar a éste y conducirlo al reino de Osiris, algo así como unas “fotos de pasaporte para inmigrar al mundo de ultratumba”, explicó Mosquera, que destacó la contemporaneidad de los retratos, pues son personas que “podríamos encontrarnos por la calle”.

Pintadas sobre madera con la técnica del encaustado, estas obras maestras fueron halladas en las tumbas y se encuentran en buen estado de conservación, aunque sus condiciones de mantenimiento son muy estrictas debido a su delicadeza. Por este motivo son escasas las ocasiones en que se prestan.

El escritor y crítico de arte John Berger, en uno de sus textos, relacionó estos retratos con las emigraciones de nuestra época y consideró que son imágenes de hombres y mujeres que no hacen llamamiento alguno, que no piden nada, “y que, sin embargo, declaran que están vivas, como lo está quien las esté mirando. Encarnan, pese a toda su fragilidad, un respeto hoy olvidado por uno mismo. Confirman, pese a todo, que la vida fue y es un don”.

En el mismo espacio, los retratos se contraponen con el vídeo “Centro para la permanencia temporal” del artista contemporáneo Adrian Paci (Albania 1969), estableciéndose un diálogo entre ellos.

Este diálogo entre lo antiguo y lo contemporáneo se encuentra también en la exposición de Alcalá 31 en la que la obra de dos de los artistas más destacados de la actualidad, Cindy Sherman y Thomas Ruff, se contrapone a la de Frank Montero.
“Las imágenes de estos autores hacen reflexionar acerca de los intrincados caminos de la identidad, la representación y la comunicación en el arte y la sociedad contemporánea”, afirmó Gerardo Mosquera.

Organizada en colaboración entre la Comunidad de Madrid y la Fundación Telefónica, la exposición supone “una investigación sobre las identidades y los poderes de representación de una fotografía actuada, más que escenificada”.
El trabajo de Sherman (Nueva Jersey, 1954) es una investigación sobre las identidades y los poderes de la fotografía, en la que desarrolla el proyecto de transformarse en otros mimetizando sus identidades, y con ella como protagonista.

En la exposición se incluye algunas de sus series más tempranas, “Bus Riders” -autorretratos de personajes anónimos en el autobús-; “Murder Mistery People” -sobre la trama de un crimen-; “ABCDE” -de estereotipos sociales-, y una selección de “Untitled Film Stills”, autorretratos ambientados en los platós cinematográficos de los años 50.

Frente a estas instantáneas, los retratos monumentales de Thomas Ruff (Born, 1958) realizados en plano corto y sin accesorios, llegan a despersonalizar al retratado, haciendo que parezca una sola persona repetida hasta el infinito.