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ANÁLISIS > ARTURO TRUJILLO

Volver a empezar

   

He esperado a que se produjera el triste momento del descenso matemático del Club Deportivo Tenerife a la Segunda División B del fútbol español para escribir estas líneas. Si lo hubiese hecho antes, y ya que vamos a hablar de fútbol, habría ido contra el fair play. Y esa no es mi intención. Creo que todos los tinerfeños, pero de manera especial los que hemos estado vinculados durante algún tiempo de nuestras vidas al Club Deportivo Tenerife -tuve el honor de pertenecer a esa casa como jugador en las categorías inferiores y como dirigente del primer equipo-, estamos obligados a hacer una reflexión sobre lo que ha sucedido entorno a nuestro representativo y su futuro inmediato. En primer lugar creo que todos los que sentimos algo por este Club -socios, abonados, simpatizantes, etc.-, debemos agradecerle al actual presidente, Miguel Concepción, haberse hecho cargo de la gestión del club en un momento difícil, de muchos quebraderos de cabeza, y en el que nadie, salvo él, mostró una abierta disposición a intentar sacarlo adelante. Dicho esto, también debo decir que cuando un asunto no se domina con claridad lo más aconsejable es intentar rodearse de aquellas personas que saben, o conocen mejor, el asunto en el que nos hemos metido. Digo esto porque la sensación que he tenido a lo largo de las últimas dos temporadas es que Miguel Concepción no ha tenido a su lado las personas idóneas, aquellas que, estoy seguro, le hubiesen ayudado con sus consejos a sacar la nave a flote. Personas de nuestra sociedad a las que su independencia y vinculación con la entidad las hacen ser más sinceras y, sobre todo, menos adulonas. Me refiero a personas que no están muy lejos del callejón del Combate. Que no hay que ir a buscarlas fuera porque están aquí, viven aquí y asisten cada semana al Heliodoro. Me viene a la memoria, por poner algunos ejemplos, figuras como Barrios, Gilberto, José Juan, Ñito, Martín, Molina, Cristo Marrero y tantos otros, cuyo amor por este club y sus conocimientos sobre el complicado mundo del fútbol, los convierten en experimentados asesores para cualquier entidad. Me parece que todos, o al menos casi todos los aficionados del CD Tenerife, tenemos bastante claro que esta desagradable situación viene como consecuencia de la mala gestión deportiva que se hizo durante su paso por la División de Honor.

Esta es una opinión muy particular. Y es que si en el mes de diciembre de aquella temporada se hubiese invertido la mitad de lo que han costado los cinco entrenadores y los dos secretarios técnicos de la temporada actual, otro gallo nos hubiese cantado. Me atrevo a decir que posiblemente aún estaríamos disfrutando del fútbol de elite. Pero no se hizo. Como tampoco se mantuvo en el banquillo a José Luis Oltra, cuya disposición hacia este club y su capacidad para entrenar equipos de segunda división, están más que contrastadas; ni se “amarraron” a la plantilla jugadores como Culebras y Manolo Martínez, entre otros, que en la categoría que hemos abandonado hubiesen sido, sin duda, jugadores indiscutibles. Nada de todo esto se hizo. Muy al contrario, se llevaron a cabo algunos fichajes que, aunque venían acompañados de un palmarés que parecía interesante -casos de Natalio, Julio Álvarez, David Prieto y Melli, entre otros-, costaron una pasta gansa y sus rendimientos no fueron acordes con la inversión. Y todo esto, ¿por qué? Pues en mi opinión particular porque el señor Concepción, al que Dios no trajo por el mundo del fútbol sino por el de los negocios -gracias a eso se pudo rebajar la deuda-, se rodeó de una sarta de personajes, algunos con cerca de siete trienios de antigüedad en la sociedad, que aterrizaron en el club con la sola intención de figurar y poder estar cerca de aquellas autoridades, dirigentes deportivos o farándula en general que frecuentan los palcos VIP de los estadios de fútbol. Y si ese palco pertenece a un equipo de la Primera División, pues aún mejor. Se trata de una serie de advenedizos que, una vez se hayan dado cuenta de que lo del descenso de categoría es un hecho y que esos privilegios se terminan, no tardarán en darle la espalda al presidente. Igual que ocurre con algún político “babieca” que días antes de que el club aterrizase en la Segunda B, ya había comenzado a hablar de ascenso. Pero a partir de ahora no vale mirar para atrás. Hay que mirar hacia adelante, aunque cueste, y con la mirada puesta en el futuro. Hay que volver a empezar, como el título de aquella película de José Luis Garci premiada con un Oscar. Con mucha humildad y con el convencimiento de que se puede salir de esta difícil situación. Y si Miguel Concepción no se encuentra en condiciones de enfrentarse a esta nueva situación, pues que lo deje. Que de paso a alguien con ambición, ilusión y coraje para darle un giro copernicano a la actual situación. Tiene que ser alguien que esté dispuesto a regenerar el club y a encarar el futuro con garantías de éxito. Aunque va a ser muy difícil encontrar alguien con esas condiciones. Porque Concepción o el que venga, no puede tener prisas y debe estar dispuesto a cambiarlo todo. Desde sus colaboradores hasta la plantilla. Alguien que se rodee de “gente del fútbol” para dirigir las diferentes áreas que figuran en el organigrama de la entidad. Este es el momento de mirar hacia abajo, hacia la cantera, hacia el Tenerife B. Creo que el nuevo equipo deberá estar integrado, en un ochenta por ciento, por jugadores de aquí, con un entrenador de las islas, con un gerente, director o secretario técnico y secretario general formados en la disciplina del club. Una plantilla que solo debe ser reforzada en su columna vertebral con dos o tres fichajes foráneos de contrastada veteranía en la Segunda División B. El resto deben ser jugadores de aquí, de las Islas, que además sean capaces de recuperar la identidad canaria que el club ha perdido.