Cuando estas líneas vean la luz se habrán consumado los pactos y constituido los ayuntamientos en los que los electores no se decantaron por una mayoría para gobernar y, a falta de una segunda vuelta que les permita optar entre las dos listas más votadas y decidir sin intermediarios quienes lleven la cosa pública en el próximo cuatrienio, en no pocos casos los consistorios quedarán a resultas de alianzas que muchos perciben como contra natura y obedeciendo más a conveniencias personales que a intereses generales y, lamentablemente, habrá algunos que pese a las proclamas de lealtad recíproca con que se firman y se quieren justificar, no garanticen la estabilidad necesaria para que las corporaciones sean regidas debidamente.
Comienza otra etapa en la que en los medios de comunicación se seguirá especulando sobre los partos de los pactos y sobre su repercusión en la constitución de las otras instituciones, cabildos y gobierno autónomo, con la sospecha de que las negociaciones no respondan a una ética de la responsabilidad y beneficien a Canarias y a todos los canarios.
Aún así habrá que confiar en que tras los posibles errores que se hayan podido producir al conformar los ayuntamientos, se abra un periodo de estabilidad que permita encontrar la mejor solución para las otras instituciones con el fin de que puedan afrontar la resolución de los problemas reales que dificultan y complican nuestra convivencia.
La ordenación del territorio con un ámbito insular en manos de los cabildos que minimice las interferencias municipales y corrija disfunciones y errores y suprima burocracias paralizantes; el impulso, desde el Gobierno, a nuestra agricultura, como creadora de riqueza y de paisaje; la reestructuración de la oferta turística en base a remodelar, modernizar y mejorar una planta obsoleta con estándares de calidad que la haga atractiva y de precio que aumente su rentabilidad, impulsando a los hoteles temáticos que sirvan para captar una clientela que demanda algo más que sol y playa; y, por supuesto, la atención preferente a la salud, al bienestar social y a la educación, esta última orientada al comportamiento cívico y a la formación eficiente, en la que conocimientos de informática y del idioma inglés son imprescindibles. Y desde los Ayuntamientos, la mejor gestión, son todas son demandas irrenunciables para la mayoría de los -ciudadanos.
Y aunque hay motivos para creer que en la adscripción a los partidos políticos prima sobre las convicciones y las ideologías -continuamente vemos como son indefinidas e intercambiables- la oportunidad para meter la cabeza en una lista y alcanzar un modus vivendi, hay que pensar que populares y socialistas -mayoritarios en el ámbito nacional- y nacionalistas son las fuerzas que, en Canarias, llevan la voz cantante, eso sí, reforzada -y deformada- su presencia en las instituciones por una ley electoral que muchos cuestionan, lo mismo que la triple paridad con la que quisimos echar a andar la autonomía.
Y los pactos darán fe de que las más de las combinaciones girarán -todavía sin confirmar cuando escribo- en torno a PP-PSOE, CC-PP y CC-PSOE, en tanto que la participación de otras fuerzas minoritarias será también minoritaria. Los hechos hablarán al respecto.
Las combinaciones más cuestionadas, presiento que serán aquéllas en las que intervengan los socialistas -independientemente de que en sus listas figuren candidatos cualificados-, después del varapalo del 22-M que han querido contrarrestar designando como candidato presidencial en unas primarias -que ni lo han sido ni lo serán a pesar de intentos de algún afiliado para darse a conocer o participar en un paripé- a don Alfredo Pérez Rubalcaba, hombre orquesta donde los haya, tocando todos los instrumentos puestos a su servicio: vicepresidente primero del Gobierno, ministro del Interior, portavoz parlamentario y, ahora según él mismo, candidato al dedo a juzgar del incontable número de dedazos de militantes en los móviles para confirmarlo.
APR, por lo pronto, ha iniciado su campaña en las agrupaciones socialistas en Sevilla, dónde, buscando la proximidad de los compañeros que con tanto cargo lo veían distante, les saludó con un ¡llamadme Alfredo!
Un buen amigo, sin cobrarme copy right, me brindó una interpretación del gesto que quizá refleje la designación de quien parece sobrado para decir una cosa y la contraria y salir airoso, aunque tanto malabarismo sea como el cántaro que se rompió en la fuente. Según mi amigo, lo que el polimorfo candidato quiso decir fue ¡llamadme Aldedo!
Cosas del subconsciente.