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“En una novela no puede haber ni fallos ni contradicciones”

Domingo-Luis Hernández, durante la presentación de su libro. | S. MÉNDEZ

FRAN DOMÍNGUEZ | SANTA CRUZ DE TENERIFE

El escritor y profesor universitario Domingo-Luis Hernández presentó el pasado martes en el espacio cultural de CajaCanarias su novela Erich el zurdo (La Página Ediciones), una obra que va mucho más allá de un texto adscrito al género policíaco, en la que habla, como el mismo confiesa, de alguien singular que “parte del convencimiento de que lo inevitable es inevitable”.

Erich el zurdo estuvo entre las 10 finalistas del Premio Planeta 2006. ¿Por qué “tanto tiempo” en publicar la obra?
“En primer lugar he de decirle que pude hacerlo pocas semanas después de que se hiciera público ese hecho. Pero tuve un amigo (que por desgracia murió joven), Rafael-Humberto Moreno Durán, que siempre me decía que las novelas había que enfriarlas, meterlas en la nevera, después de que las creyéramos concluidas. Aunque el Erich el zurdo año 2006 es esencialmente la misma novela que el Erich el zurdo año 2011, hay en ella ahora cambios que la han mejorado. Creo que en una novela no puede haber ni fallos ni contradicciones. Por eso esperé, para sentenciar su final antes de enviarla a la imprenta”.

-¿Cómo define su novela?
“Una amiga me hizo hace algún tiempo, cuando estaba en pleno proceso de escritura, esa misma pregunta. Yo le dije que lo que me planteaba ahí era ordenar un mundo que respondiera al motivo que lo formara pero que habría de contener un final expeditivo, que ese mundo habría de tener principio y final. En ese momento estaba obsesionado con dar respuesta a lo que el llamado Neobarroco era, contradecir la idea de que en las novelas sobran los finales, que lo importante es la búsqueda y no encontrar lo que se busca. Detrás de esa actitud se encuentra uno de mis maestros, Luis Mateo Díez, y con él una pieza esencial de la literatura de todos los tiempos, El Quijote, y el gran maestro de los escritores en lengua española, Borges. Me propuse entonces construir una verdadera invención en la que dar rienda suelta a otra de mis obsesiones como escritor: construir personajes en toda su intensidad. Lo que resultó es una trama en la que un sujeto singular (Teodoro Raúl Sosnowsky) está obligado a definir su situación en el mundo que le ha tocado vivir. Si es un sufridor del destino, alguien que parte del convencimiento de que lo inevitable es inevitable. Su recorrido por la historia lo es superponiendo a su ser máscaras y más máscaras. Pero los otros personajes (tanto su hermana Aída como el jefe de Homicidios Estévez y el forense Søborg) saben que en cada cuerpo la diferencia superficial, incluso las diversa identidades con las que el personaje se oculta, no son relevantes. Por eso me inmiscuyo ahí en uno de los temas capitales de la novela occidental de los últimos años, que es el problema de la identidad. Y el problema de la identidad no guarda relación sólo con el asunto de la representación, sino con las multiplicidades que nos acompañan. Por eso creí que el esquema de la novela policial, con todos sus componentes, es decir, policías que se afanan por resolver los entuertos, por informar sobre la verdad de los hechos, por descubrir las tramas oscuras, era imprescindible para construir Erich el zurdo”.

Doy rienda suelta a una de mis obsesiones: construir personajes en toda su intensidad”

-Inocula lo metafísico en el género negro, una mezcla interesante para escrutar la personalidad del ser humano…
“Esa referencia es importante y no me ha sorprendido cuando me lo han repetido. La cuestión es que el esquema de novela policial aquí es un uso. No soy un verdadero escritor de novelas policiales, no soy un novelista de ese género. Uso lo que ese género administra, en el sentido de resolver los dilemas. Y uno de los dilemas que nos acosa a los seres humanos en nuestra condición. De ahí que me haya detenido de manera particular en ajustar bien la personalidad de Aída Sosnowsky, o la discusión entre el creyente Estévez y el ateo Søborg. Luis Mateo Díez, además, lleva más allá la cuestión a la que usted se refiere. Me dijo, después de leer la versión definitiva, que no era sólo una novela policial, también era una novela misteriosa”.

-El personaje central de la novela se va transformando en su recorrido… Si me permite el símil cinematográfico, parece ser una especie de Leonard Zelig por su carácter camaleónico…
“Sí, cierto. En primer lugar me parece muy acertado eso que usted apunta en relación a los elementos cinematográficos que la novela contiene. Es difícil comprender esas transformaciones de Teodoro Raúl sin representarse el lector la imagen que resulta de los sucesivos cambios físicos del personaje. El truco de la novela reside en probar que esas transformaciones son obligadas por las circunstancias en las que vive el personaje, que debe huir, escapar de la justicia, y al mismo tiempo servir de enlace entre la trama corrupta de las empresas de su familia y la policía que lo ha atrapado y a la que supuestamente sirve de confidente. Por las circunstancias, Teodoro ha de permanecer oculto ante sujetos muy concretos, ante los que debe pasar inadvertido, aunque ante otros no, porque son los que fomentan y aceptan esa disposición suya”.

-Cultiva en su faceta de escritor tanto el verso como la prosa. ¿Dónde se siente más cómodo?
“El asunto no está en la comodidad con la que uno se enfrenta a los diferentes modos de escritura. Recuerdo a una excepcional profesora argentina cuando estudié en Buenos Aires, Josefina Ludmer. Ella me enseñó una cosa que ha sido muy útil para mí: lo que llamaba “la escritura de la crítica”. Es usual en personas poco dadas en pensar en la escritura que lo que la fundamenta son las diferencias superficiales y no las estrategias que cada tipo de escritura depara. A mí me apasiona tanto ese esfuerzo cuando hago crítica literaria como cuando hago novela. Ocurre que ante una u otra forma de escritura uno se sumerge en una u otra actitud. Por eso detesto tanto a aquellos que afirman que no se puede ser un poeta consecuente si eres novelista o que ser un columnista de periódicos es menos digno para la escritura que poeta o que los cuentos son un género menor”.

El esquema del género policial era imprescindible para definir este relato”

-Además de sus admirados Roberto Artl y Cormac McCarthy, ¿quiénes son sus referentes literarios y cuáles sus influencias?
“Pone usted en la pregunta dos absolutas cumbres de la literatura, aunque uno pase desapercibido en este país, Arlt. A mí me interesa de esos dos escritores el modo en que se enfrentan a la escritura y el modo en que resuelven sus mundos, a veces contradictorios pero con una contundencia excepcional. Para mí Los siete locos y Los lanzallamas, de Roberto Arlt, son una absoluta escuela narrativa. Y McCarthy… Es extraordinario. A él se debe una de las cumbres de la novela contemporánea: Meridiano de sangre. Pero me pregunta usted por otros… Seré concreto. En primer lugar, quien me puso contra la espada y la pared en mi adolescencia fue el Dostoievsky de Crimen y castigo. Como maestros de mi escritura narrativa, he de citar a Antonio Tabucchi, a Bruce Chatwin, a Peter Handke, a Bohumil Hrabal, a Coetzee… Pero he de reconocer que acaso quienes más me hayan mostrado la intensidad de la escritura y a colocar bien las letras sobre el papel han sido los citados Arlt, y Luis Mateo Díez, Cortázar y, sobre todo, Borges”.

[apunte] Su visión del panorama cultural de las Islas

Editor de la revista cultural La Página, activa desde hace 23 años, Domingo-Luis Hernández es una voz autorizada para hablar de la situación cultural de Canarias. Sobre los creadores opina: “La situación es cada vez más destacada y cada vez se encuentra más a la altura de lo que ocurre en otras partes del idioma. Creo, sin embargo, que se adolece de dos cosas que podrían manifestar mejor y de manera más contundente ese panorama. Una es una actitud crítica más decidida y consecuente”. Acerca de la política y gestión cultural, el también articulista de DIARIO DE AVISOS remarca que le “parece imprescindible un cambio sustancial en las relaciones de los gobiernos con los agentes culturales”. Asimismo, considera un menosprecio que los “gobiernos de aquí” defiendan que las ayudas a la agricultura, a la ganadería o a otros sectores no se toquen y que la “cultura siga siendo un territorio de desesperados”.» Cuando digo esto no me refiero a que los diversos estamentos culturales hayan de subsistir por las famosas subvenciones. Lo que creo es que los diversos sectores de la cultura unidos deben exigir las mismas prestaciones públicas”.[/apunte]