X
ARONA >

“Estoy enfermo y nadie me da un techo”

   

Santiago, el Capitán, en la estación marítima de Los Cristianos. / DA

VICENTE PÉREZ | Arona

Enfermo, triste y sin techo. Santiago, cocinero profesional y mecánico, lleva 17 años en la calle, y duerme donde puede en el puerto de Los Cristianos, donde trabajó en un barco. De esa etapa le quedó el apodo de el Capitán, un sobrenombre por el que es muy conocido en este entorno marinero que ha sido su improvisado hogar, a menudo sin más techo que el Universo.

Durante todos estos años lidió con su infortunio (todo empezó con la muerte de uno de sus hijos en un accidente de tráfico y su divorcio) pero ahora ya no puede más. A sus 61 años, con un 65% de discapacidad reconocida legalmente y baldado por todos lados, aún una brizna de rebeldía le brilla en los ojos: quiere salir de esta situación, quiere tener un techo, en un centro público donde lo puedan atender. Su historial médico es largo: sufre de los pulmones (un eczema y asma, con un 35% de capacidad solo), de las piernas (perdió una por una gangrena y tiene una prótesis ortopédica), una hernia y una clavícula partida (de las que no le operan por el riesgo de una anestesia general). “Necesito un centro donde vivir y poder cuidarme de mis problemas de pulmón y de la pierna que me queda, pero me darían una plaza dentro de tres años en el centro que hay en Los Cristianos, y yo no puedo esperar ya ni un día más”, afirma Santiago, desesperado, mientras intenta arriar las velas de una sonrisa, sentado en la estación marítima de Los Cristianos, con la mirada perdida en un barco.

Durante muchos años no paró de trabajar, muchas veces sin contrato, por lo que ahora sólo puede cobrar una pensión no contributiva, de 340 euros. “Con eso no puedo alquilar nada, y una pensión me cuesta 300 euros”, se lamenta, sin parar de mirar la bahía aronera, como buscando en el mar una caricia.

Su vida, ironiza, da para una novela. Y no es para menos, por las muchas peripecias que vivió. Nació en Ceuta, hijo de padre militar, y su familia se trasladó a Tenerife cuando él tenía 7 años. Se enroló de muy joven en el Ejército, del que se fue a los 21 años tras pasar tres encarcelado por retar a duelo a un sargento que, dice, le insultó. “Me hicieron un consejo de guerra y me metieron en el castillo de San Joaquín, que está en Vistabella, en Santa Cruz, y a él le condenaron a solo 15 días”, evoca, con voz asmática, respirando con dificultad. En ocasiones, precisa de ponerse oxígeno, para lo cual necesitaría una máquina con un compresor que no tendría tampoco dónde guardarla.

Sus dos grandes oficios han sido la cocina (fue cocinero en restaurantes de Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura) y la mecánica (tuvo hasta cinco talleres en Tenerife). “Fui jefe de cocina en un hotel de Corralejo y cocinero y acomodador en el cine Triana, de Arrecife”.

Probó fortuna en El Aaiún, en una mina de fosfatos, pero las consecuencias de la Marcha Verde alentada por Hasan II, que provocó que España abandonara la antigua colonia del Sahara Occidental, le obligó a regresar a Canarias a los dos meses.

A los 25 años sufrió un accidente de tráfico, del que le quedaron las secuelas en las piernas. Su mujer consiguió trabajo en Los Cristianos, por lo que se mudaron desde el barrio de La Salud, en la capital tinerfeña, hasta este núcleo de Arona. Tras 25 años casado, se divorció, a raíz de la muerte de su hijo de 16 años. El desánimo hizo presa de este hombre, y se vio durmiendo en su coche, y luego en la calle.

En el puerto de Los Cristianos llegó a trabajar años en un barco de excursiones turísticas, primero, y, luego, de pesca, aunque sin contrato, y con poco sueldo, si bien al menos podía dormir en la embarcación, que además cuidaba como mecánico. Al enfermar de sus pulmones (hace 14 años que no fuma, pero antes consumía hasta cinco cajas diarias), Santiago se quedó sin ese precario sustento y desde entonces tuvo que dormir a la intemperie. Un tiempo pernoctó en el varadero de Los Cristianos, pero allí el olor de las pinturas con que reparan los barcos le provocó una grave crisis pulmonar.

Aunque tiene familia (un hijo y cinco hermanos vivos), no espera ya ayuda de nadie, por circunstancias que prefiere guardar en el hatillo de su intimidad. Así que su esperanza está depositada en las administraciones públicas, que no le han ofrecido de momento una solución inmediata. Le está ayudando la Plataforma por la Dignidad de las Personas sin Hogar, que confirmó ayer que a Santiago el Ayuntamiento de Arona le ofrece una plaza en un centro de Los Cristianos, gestionado por el Cabildo, pero dentro de tres años. “También una asistente social me dijo que fuera a un centro que está en El Tanque, en el monte, pero allí me quitan el móvil, el dinero, solo me permiten visitas cada 15 días y si salgo, es acompañado de una persona”, señala el Capitán.

“Mi gran tristeza es no tener un techo; estar todo el día en la calle le hace a uno darle vueltas a la cabeza; yo se que tener un sitio donde dormir y bañarme me devolverá la alegría; no bebería más, pues sólo bebo a veces para olvidar”, concluye, mientras abre un cuadernillo de sopa de letras, su gran entretenimiento, además de ver los barcos ir y venir. El Capitán quiere empezar una nueva etapa, gobernar de nuevo la nave de su vida y poner rumbo hacia un tiempo mejor.