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Cierran el mercadillo de Ten Bel

   
Mercadillo Ten Bel

En el mercadillo de Las Galletas había ayer unos cincuenta puestos que el arrendatario alquilaba por 15 euros cada uno. / DA

NICOLÁS DORTA | ARONA

El Ayuntamiento de Arona procedió ayer, sobre la una del medidía, a clausurar el mercadillo de Las Galletas, ubicado en una plaza privada anexa a la urbanización Ten Bel, por carecer de permiso y tras una denuncia de la Asociación de Empresarios de Arona, de la que se ha hecho eco la Unión Empresarial Tenerife Sur.

Así lo afirmaron ayer desde la Concejalía de Policía Local de Arona y desde Urbanismo. Si bien los arrendatarios de este mercadillo han solicitado permiso el pasado 31 de mayo el Ayuntamiento de Arona ha cerrado esta actividad a la espera de que se tramite dicha licencia e igualmente porque carece “de un proyecto de seguridad que no ha sido presentado”, indicó el responsable local, Antonio Sosa.

Los afectados aseguran que cumplen con las condiciones de seguridad y salubridad (hay personal de seguridad, extintores y baño en la zona baja) y no entienden por qué se clausura este negocio “que beneficia más que perjudica”, indicaban ayer a este periódico. “Hemos solicitado permiso y creemos que es injusto por lo que estamos pasando”. “Me pregunto qué mercadillo está legal y si hay una regulación municipal al respecto”, añadieron.

En principio, la regulación es similar para cualquier actividad comercial que se realice en un espacio privado, es decir, hace falta licencia y un proyecto, con las peculiaridades de cada negocio. Los permisos llevan un proceso, en el caso de que cumplan las condiciones para ser aprobados. Lo malo es que este proceso es lento. “Normalmente las licencia tardan un tiempo, incluso años en concederse y esto puede pasar con cafeterías o con los mercadillos siempre que acepte la tramitación para dar el permiso”, indican desde el Ayuntamiento. “Si el negocio cumple se le concederá licencia y podrá abrir cuando así sea”, dijo Manuel Reverón, responsable de Policía. En zona públicas los mercadillos no se contemplan ni se permiten en el actual Plan General de Arona, aunque en nuevo documento urbanístico, pendiente de publicar, sí recoge suelo público para ubicar varios puntos de venta, explican desde la Concejalía de Urbanismo. El Ayuntamiento ha aclarado que no va en contra de los pequeños mercaderes y comerciantes sino que aplica la normativa.

Nora Inés Castillo, antes de la clausura de su estancia, ayer. / DA

“No tengo otra forma de vida”

“No tengo otro medio de vida, apenas esto da para comer y para despejarme la cabeza, salir de mi casa”. Así de clara es Nora Inés Castillo, de 55 años, que regenta un pequeño puesto en el mercadillo de Las Galletas, ya clausurado. Ayer al mediodía todavía no sabía nada de que unas horas más tardes tendría que recoger sus cosas.
Nora explicó que paga 30 euros y ha alquilado dos espacios, 15 euros por cada uno, como se ha estipulado. Son pequeñas piezas de decoración y objetos cotidianos que compra a un mayorista chino: muñecos, cubertería, cinturones, vasos, cajitas de maderas, algo de ferretería. “Para salir de paso”, dice. Nora es la única que hasta ahora tenía un trabajo en su casa. Su marido sufrió un accidente. Su hijo hace lo que puede arreglando ordenadores e intenta siempre poner currículos. Parece que ha conseguido algo. Nacieron en Mar de Plata (Argentina) aunque hace diez años que están en Tenerife. Si este mercado no está irá a otro. Nora no pierde el optimismo y espera al menos sacar 20 euros al día. Tiene que pagar la hipoteca y la comida. “Compraron un piso “cuando los tiempos eran mejores”, co-menta. Debajo de la plaza de Ten Bel está el centro comercial lleno de bazares. “Creo que esta zona se ha beneficiado del mercadillo, pues se ve más gente, que sube arriba a comprar o baja”. “Nosotros no hacemos daño a estos comercios, todo lo contrario”, aseguraban los vendedores.

Mohamed es otro de los que ayer instaló su puesto a primera hora de la mañana. Ha venido del Puerto de la Cruz, donde tiene un negocio, con su tienda de bolsos y cueros a cuestas. Viene “a probar”. Una señora le consulta el precioS, aunque no compra finalmente. Al lado unos vendedores de Senegal tienen relojes, pulseras y cintos. Frente hay ropa y calzado.

Cada miércoles y sábado más de cincuenta puestos se instalaban en esta céntrica plaza. Sin ellos estaría vacía y sin actividad. “La gente tampoco vendría a comprar a los locales de abajo”, afirma uno de los vendedores de estos puestos. Los comerciantes aseguran que sus ventas no son para echar abajo a ningún negocio, son para sobrevivir, pagar las facturas, pero la legislación es implacable.