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OPINION > POR MIGUEL GONZÁLEZ SANTOS

El correo indiano

   

Relativizar cuanto acontece en nuestras vidas es uno de los más sanos ejercicios que podemos llevar a cabo en el diario proceso de reflexión y crecimiento personal. Si no es para eso, ¿para qué estamos, entonces, aquí en el planeta?
Seguramente, para destruirlo y desaparecer también nosotros con él. Ésa es una de las posibles respuestas a la incógnita que se nos presenta en el camino.

Un sendero tortuoso y contaminado, por el que transitamos los humanos en la actual segunda y peligrosa década del siglo XXI.

Y decía lo de relativizar porque, desde aquí, desde la India, mirar con perspectiva nuestra convulsa realidad canaria me ayuda a que el bosque me deje ver los árboles.

Ver las copas de la floresta, desde la distancia corta, casi siempre, te impide tener una panorámica completa de los árboles que aún pueden salvarse. Aunque el monte parezca enfermo, sin remedio, ni esperanza.

La visión de troncos, e incluso raíces, desde esta posición con desapego, te devuelve la confianza en los que aún parecen sanos.

En los ejemplares que, si rebasan la plaga, prometen una saludable y frondosa selva renovada.
A esos buenos árboles me gustaría que se arrimaran mis hijas, con la fe de que buena sombra les cobije. Algunos de esos vigorosos ejemplares se clasifican por siglas de prometedor futuro.

El movimiento 15-M es una de sus crípticas e inspiradoras denominaciones. “15” de juventud; “M” de moral.
A dicha categoría pertenecen, también, multitud de jóvenes que veo transitar en La India.

Son los que copan los transportes urbanos camino del trabajo, los que te saludan con la sonrisa en los labios, los que te llaman señor.

¿Dónde están sus padres que no se les ve por la calle? Muchos de ellos permanecen en casa, retirados, atendidos y felices en la misma familia; en justa recompensa por lo que ya ellos dieron por sus hijos.

Y lo que fundamentalmente han dado es: ejemplo y educación en valores.

*Remitido desde India
miguel_g_santos@yahoo.com