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EL OBSERVADOR > POR CARLOS E. RODRÍGUEZ

Hacia un pacto nacional y transversal

   

Se ha llegado al punto, en la crisis económica y el deterioro social y político de nuestro país, que las elecciones generales anticipadas ya no son una conveniencia política sino un imperativo de salvación nacional. Cada día que -para perplejidad de los restantes dirigentes políticos europeos- José Luis Rodríguez Zapatero sigue en La Moncloa, sin hacer nada parecido a gobernar lo que en estos momentos de verdad importa, que es naturalmente la economía, crecen la inquietud en los ambientes empresariales y el miedo al futuro entre los trabajadores. ¿Podría o no gestionar mejor la crisis el líder del PP, Mariano Rajoy? Es difícil saberlo con precisión, pero es seguro que no podría hacerlo peor, con lo que el sentido común, ante esta situación límite de emergencia, impone al menos probarlo. El estado de la opinión pública es tal que prácticamente ningún investigador demoscópico duda que el PP ganaría unas elecciones generales anticipadas que se convocasen ahora, quizá menos por méritos propios que por los muy serios deméritos de la actual dirección del PSOE, pero es lo que hay. La crisis es muy grave para todo el territorio del Estado, incluyendo los grandes centros de negocios y actividad empresarial como Madrid y Barcelona, pero puede llegar a fondos especialmente sensibles en territorios de mayor complejidad, como Galicia, Canarias, Baleares y el Levante peninsular.

Cada día que se demoran las elecciones generales y por tanto la decisión ciudadana sobre quién debe liderar la lucha contra la crisis, empeoran los datos, crecen las incertidumbres y se multiplican las ya muy serias amenazas a nuestro horizonte económico, empresarial y laboral a medio e incluso corto plazo. En cualquier caso, es de sentido común que algo habrá que hacer, mejor que rasgarnos las vestiduras y mantener la inactividad y la impotencia. Y ese “algo habrá que hacer” pasa, necesariamente y sin la menor duda, por una nueva mano al timón del Estado en La Moncloa. Es otra cuestión, que sólo a los ciudadanos en cuanto electores corresponde decidir, que esa nueva mano sea de izquierdas o de derechas, del PSOE o del PP, pero con lo que España, esto es, los españoles, no podemos ni nos merecemos seguir es con la actual presidencia del Gobierno.

Es ya un hecho asumido transversalmente -derechas e izquierdas- que Rodríguez Zapatero no es sólo el peor presidente de Gobierno de nuestra historia democrática, sino que carece manifiestamente de las cualidades y calidades imprescindibles para ejercer el gobierno de una nación europea moderna. Si Rodríguez Zapatero sigue demorando esa dimisión e inmediata convocatoria de elecciones generales cuya demanda es un abrumador clamor cívico, Mariano Rajoy debiera ser capaz de negociar con el resto del arco parlamentario una moción de censura que abreviase esta pesadilla. Lo único cierto es que España no se merece prolongar esta agonía y que los españoles no podemos y no debemos seguir así por mucho más tiempo. No es un dilema entre derechas e izquierdas, ni siquiera casi un tema de programas, sino de simple, sencillo y necesario sentido común, esto es, del “menos común de los sentidos” en la famosa frase de la sabiduría popular.

Lo que se escucha sobre el actual Gobierno español, y especialmente sobre su presidente, en los grandes centros de decisión, tanto políticos como económicos, de las principales naciones europeas, sencillamente estremece. Sobre todo cuando se recuerda que son las mismas naciones y los mismos círculos de poder, políticos y económicos, que, años atrás, desbordaron elogios hacia Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo, Felipe González y José María Aznar. La frase, terrible, la pronunciaba hace pocos días uno de los principales líderes políticos de la actual Europa, ante un grupo significativo de empresarios y periodistas españoles: “En manos de ustedes tienen prolongar esta situación, con lo que les perjudica, o salir de ella. Cada día que ustedes mantienen al señor Rodríguez Zapatero en la presidencia de su Gobierno, profundizan la muy inconveniente, para ustedes y para todos los europeos, marginación de España de los grandes centros de decisión de Europa”.

Conscientes como son de ello los dirigentes de todos los partidos políticos parlamentarios, es inevitable preguntarse el por qué de esta artificial, y sobre todo innecesaria, prolongación de una cruel agonía. ¿A qué espera por ejemplo Mariano Rajoy para convocar a los dirigentes de las fuerzas políticas y proponer el pacto transversal de una alternativa eficaz, viable y cohesionada, que abrevie esta pesadilla y le de razonable salida parlamentaria? En la situación límite a la que el país, esto es, la ciudadanía, se acerca, esto no es sólo posible, sino que es necesario, realmente tan imprescindible como urgente. España, esto es, los españoles, no se merece, no nos merecemos, que siga en La Moncloa esta rara corte de los milagros que nos ridiculiza ante Europa y lo que es peor, tiene paralizada, por que no sabe qué hacer, la lucha contra la crisis económica. Alguien debe escuchar el clamor ciudadano y darle respuesta.

Alguien debiera tener el coraje de lanzar en sede parlamentaria ese “¡Váyase usted, señor Rodríguez Zapatero!” que está hoy incomparablemente más justificado que aquel famoso “¡Váyase usted señor González!” de años atrás. Incluso a pesar del inverosímil Rodríguez Zapatero, España es una gran nación, con sobradas capacidades políticas y económicas, para afrontar la crisis, vencerla y salir de ella, y recuperar el puesto que nuestro país merece en el concierto de las grandes naciones de Europa, lo que sin la menor duda facilitarán Alemania, Francia y el Reino Unido en cuanto esté otra persona, alguien por lo menos creíble, al timón de La Moncloa. Pero también es cierto que Mariano Rajoy no puede ni debe seguir esperando a que caiga la fruta madura, sino que tiene la obligación moral y política, con sus electores y con toda la ciudadanía española, de tomar la iniciativa, abrir el diálogo con las fuerzas del arco parlamentario y forzar, en aras de los intereses generales de España, que no son ni pueden ser otra cosa que los intereses comunes de los españoles, un amplio consenso que permita plantear y llevar adelante esa moción parlamentaria de censura cuya presentación es ya un clamor transversal de demanda cívica.

Un pacto nacional contra la crisis. Construida, a través de esas necesarias y urgentes elecciones generales anticipadas, una nueva mayoría parlamentaria, España volvería a ser admitida sin los actuales recelos en los grandes centros europeos de decisión. Y es un hecho cierto que nuestro país tiene potencia, política y económica, para, a través de un amplio consenso nacional, enfrentar la crisis, diseñar una estrategia política y económica seria y volver a la senda del crecimiento. Pero los tiempos no pasan en vano y la innecesaria y cruel prolongación de esta agonía puede profundizar los datos de la crisis y acercarnos a algo muy parecido a una situación de pánico nacional.

En medio de esta angustia, la buena noticia es que el diálogo político transversal está en marcha, y que, a poco que el PP se esforzase, existen posibilidades de entendimiento, incluso de consenso, en torno a una estrategia nacional contra la crisis que fuera seriamente diseñada en términos económicos y su ejecución racionalizada en términos políticos. Pero no conviene llamarnos a engaño ni ocultar a la ciudadanía que cualquier posibilidad de afrontar la crisis y en su día, salir de ella, tiene como inexorable condición previa la salida de Rodríguez Zapatero de la presidencia del Gobierno, lo que no tiene en modo alguno por qué significar la salida del PSOE, que es un gran y necesario partido con muy valiosos dirigentes y cuadros, incluso específicamente en el ámbito de la economía. Cosa diferente es que algún día alguien tendrá que explicar, de manera veraz y comprensible, cómo ha sido posible que el PSOE haya permitido esta terrible y destructora etapa de poder de un personaje tan inverosímil como Rodríguez Zapatero.

Lo que ahora de verdad a todos importa es construir y pactar un programa nacional transversal para salir del fondo de la crisis en que nos ha sumido la incapacidad de Rodríguez Zapatero, incluso posponiendo si fuera preciso para ello la muy legítima guerra política de los partidos.