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LA COLUMNA > POR MANOLO IGLESIAS

La ‘culpa’ siempre es de los otros

   

Caroline Macready, integrante del grupo de expertos de la OCDE que estos días ha estado en Canarias para analizar la situación educativa y emitir un informe que previsiblemente verá la luz a finales del próximo mes de septiembre o a principios de octubre, ha señalado que todos los agentes que intervienen en el sistema educativo canario coinciden en que la educación “no es lo suficientemente buena” y que hace falta urgentemente un cambio serio para mejorarla.

La insatisfacción es amplia, en mayor o menor grado, pero es de temer que cada uno de los sectores considera que la responsabilidad en ello no es la suya -o en todo caso la considera menor-, sino que la culpabilidad en el estado de cosas recae en los otros. Y eso lo apunta otro miembro del grupo, el delegado de la OCDE para el informe PISA, Mihaylo Milovanovitch, quien subrayó que todos los interlocutores han tenido “muchas ideas”, pero ha lamentado que no haya habido “capacidad de autocrítica”; es decir, que no se plantean lo que pueden hacer ellos por mejorar la educación.

Milovanovitch expuso también que en las Islas se debe cambiar la percepción de responsabilizar al alumno del fracaso o abandono escolar. Y es que probablemente los jóvenes han sido una cabeza de turco muy cómoda para todos, enseñantes, padres, autoridades del sector y la propia sociedad en general, para depositar en ellos la carga del fracaso de la enseñanza.

No sé si cabrá eximir al estudiante por completo, porque tan malo sería adjudicarle la incumbencia plena como liberarlo por completo de unas obligaciones -por ejemplo, la del sacrificio en el estudio- que le caben a los alumnos, pero sí es cierto que no puede ser el único y principal causante cuando hay fuerzas e influencias seguramente más decisivas.

Cabe preguntarse cuánto de la desmotivación de un joven nos cabe a la sociedad en general, incluidos los medios de comunicación, cuando constantemente les presentamos ante sus ojos un panorama pesimista y depresivo respecto al futuro, en base a unos análisis de hechos circunstanciales o con motivaciones de desgaste político del adversario a nuestras ideas.

Le damos la imagen de un mundo con unas perspectivas de largo desempleo a la salida de su etapa formativa, lo cual implica desnaturalizar los objetivos y sembrar en el subconsciente la peligrosa pregunta ¿estudiar, para qué?

Conviene apuntar que también existen progresos tangibles en el ámbito de la educación en los últimos lustros, que deben ser considerados por todos. Quedan muchas tareas pendientes, es verdad, y algunas de las cuales seguramente van a aparecer en el citado informe, pero esperemos que con ellas y otras a considerar sepamos encontrar un camino mejor, porque lo que si está claro es que, como en tantos otros campos, lo que la gente desea es que se produzca, quizás no una ruptura completa, pero sí un punto de inflexión importante.