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DOMINGO CRISTIANO > POR CARMELO J. PÉREZ HERNÁNDEZ

La fe no se da por supuesta

   

Tengo la impresión de que mil cosas en la vida ordinaria no funcionan como debieran porque han sido edificadas como casas que se comienzan a construir por el tejado. Relaciones que no fluyen, intereses que no convergen, conversaciones de besugos, miradas de ciegos… historias que no progresan porque precisamente les falta lo que “habría que dar por sentado”.

A las claras: parejas que se rompen porque después de años de convivencia descubren que no tenían un proyecto común, íntimos amigos que se condenan al silencio porque en realidad no es la generosidad y la entrega lo que les unía, matrimonios que se destruyen porque ninguno de los dos previó que elegirse mutuamente lleva consigo aprender a renunciar… Lo dicho, hay naves que no llegan a ningún puerto sencillamente porque no cuentan con aquello que había que dar por sentado antes de embarcarse en esas aventuras.

En cuestiones de Iglesia y de fe nos sucede lo mismo. Entre nosotros el peligro está en dar por sentada la fe. Eso nunca. En nadie. O lo que es lo mismo: está perdido el que no se siente peregrino de la fe, el que cree que ya ha alcanzado la meta, que ha acumulado méritos suficientes, ya sea sacerdote, laico, religioso, obispo… o el mismísimo Papa.
La fe no es una asignatura, no es un diploma, no se parece en nada a un logro que se adquiere una vez y para siempre. Todo eso lo sabemos, es básico. Y a renovar en nosotros esa verdad nos convoca hoy la Palabra de Dios con una expresión bellísima: “Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Que Él ilumine los ojos de vuestro corazón”.

Es así como tenemos que sentirnos: necesitados permanentemente de que Dios lleve la iniciativa en nuestra vida, con la humildad de quien se sabe parte de una relación que le da plenitud sin haberlo merecido. De una relación, no de un sentimiento o de un monólogo en el que se actúa como protagonista.

Por eso, al revisar nuestras comunidades será una cuestión muy central que nos preguntemos quiénes llevan la voz cantante entre nosotros: ¿marcan el paso por sentirse cristianos de toda la vida o porque van delante en la experiencia de una fe sincera y a la búsqueda de la verdad? Purificar los caminos que recorremos, establecer las prioridades, afrontar con valentía los retos que nos hacen creíbles ante los hombres y mujeres de nuestro tiempo tiene mucho que ver con construir la casa desde los cimientos, sin concesiones a la galería.

El encargo que hoy se nos hace, “Id al mundo entero y haced discípulos”, exige de nosotros la valentía de mirarnos por dentro y tomar la temperatura a nuestra fe. Todos, laicos, sacerdotes, consagrados, obispos… Nos consuela saber que, encontremos lo que encontremos en nuestro interior, será Dios nuestro cómplice a la hora de recuperar la pasión por el encuentro con aquel que hoy nos susurra: “Yo estoy contigo hasta el fin de los tiempos”.
@karmelojph