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POR NURIA ROLDÁN >

Matriarcado canario

   

Por matriarcado se viene haciendo referencia a un conjunto de actitudes y comportamientos que aparentemente confieren una fortaleza a las mujeres al frente de sus unidades familiares.

Pareciese pues, que la presencia de las mujeres al interior del hogar como proveedoras de bienestar para el conjunto de los miembros de las citadas unidades familiares. Las agofóricas relaciones de los hijos varones con sus madres o las dependencia emocionales entre los cónyuges, fruto más de una relación de cuidado que de amor, constituyese en sí una manifestación de poder, autonomía e independencia de las mujeres canarias.

Muy al contrario, el matriarcado así caracterizado constituiría, más bien, una de las manifestaciones más profundas de las desigualdades entre el estatuto social de hombres y mujeres creadas y sostenidas al rescoldo de una fortaleza en el binomio madre-hijo. Generador de una híper mega protección a los hijos varones por parte de sus madres, como subraya muy acertadamente la antropóloga francesa Camille Lacoste en su trabajo Madres contra mujeres.

La excesiva protección de las madres hacia sus hijos varones estaría generando niñas y adolescentes con una apariencia de fortaleza, que podría encubrir una forma de adaptación a una situación donde las mayores atenciones y consideraciones se dirigen a los varones.

Este tipo de comportamientos afectivos podría estar encubriendo una cierta vulneración de las propias madres que vuelcan todas sus expectativas afectivas en sus hijos.

La denominada fortaleza femenina, fruto de un dominio de la esfera doméstica, estaría encubriendo una situación de facto de segregación sexual muy poderosa de espacios, que podría estar generando un determinismo en los comportamientos, una escasa accesibilidad a los recursos, y una falta de libertad en las elecciones.

Pareciese más bien una repetición de comportamientos y prácticas de desigualdad, que podrían estar en el germen de los altísimos porcentajes de violencia de género que se dan en nuestro territorio.

El binomio mujer-madre altamente identitario en nuestra cultura, no puede dejar sin atender al binomio desigualdad-violencia que, como se demuestra continuamente, es el caballo de batalla en cualquiera de los análisis sobre la violencia de género.