X
MUSICA > CONCIERTO FINAL DEL STARMUS FESTIVAL

Música de las estrellas, con las estrellas y para las estrellas

   

La aparición de Brian May fue breve pero intensa. | MAX ALEXANDER

NANA GARCÍA | Adeje

¿A qué suena el Universo? Suena a inmensidad, a armonía, a soledad… Sólo un escenario como el del Magma Arte & Congresos podría aportar el ambiente apropiado para la coincidencia en un mismo lugar de dos leyendas de la música contemporánea, los alemanes Tangerine Dream y el guitarrista y astrofísico británico Bryan May, fundador de Queen, una de las mejores bandas de rock del siglo XX. El motivo, el concierto Sonic Universe que ponía punto y final a una de las reuniones más relevantes del mundo de las ciencias espaciales, Starmus Festival.

Resulta paradójico el camino: el grupo germano compuso gran parte de los temas interpretados el viernes cautivado por las múltiples posibilidades que los sonidos de la tecnología ofrecían a las nuevas generaciones. Siguiendo la costumbre de autores clásicos, estas canciones de la ola experimental fueron llevadas a los Estados Unidos, concretamente, al universo hollywoodiense. Pero en su trayecto de ida y vuelta encontraron en Tenerife un momento para el encuentro entre la ciencia y el arte, la astronomía y la música, que no deja de ser la base de su trabajo.

El concierto, de unas dos horas aproximadamente de duración, ofreció “un largo viaje a través del microcosmos y el macrocosmos”, según el fundador de la banda, Edgar Froese, a través de lo que se podrían denominar composiciones cósmicas encadenadas. Si bien hubo quien se perdió en el paseo estelar (muchos esperaban ver un concierto de May acompañado de los TD, mientras a otros les resultó muy fatigoso aguantar dos horas de rock espacial), los asistentes al concierto -unos cientos- nos encontramos con hermosos momentos descriptivos que llenaron el espacio con el sonido de teclados, una cuidada percusión, la guitarra eléctrica, violín midi, saxofón, flauta travesera o el saxofón soprano. Pero también hubo ocasiones en las que la banda careció de intensidad en los efectos electrónicos. Tangerine Dream, en su medio siglo de vida, logró firmar un estilo propio basado en el uso de los sintetizadores en detrimento de los instrumentos tradicionales, pero en esta última etapa ha dulcificado su apuesta sonora hacia una línea más ambiental y menos experimental.

Con un amplísimo juego de efectos armónicos, los integrantes de Tangerine Dream estiran las maneras de obtener sonidos de sus instrumentos de una manera clara y ordenada. Su música no deja de ser armónica y vence la veteranía ante cualquier decepción.

Pero si en el concierto del viernes hubo un protagonista indiscutible, ese fue Bryan May. El guitarrista de Queen pasó de ser un mero ‘artista invitado’ a la estrella de la velada. Apareció al inicio del recital, vestido de negro en contraste con el blanco de la banda alemana, y se mimetizó con las composiciones de TD de manera improvisada, tal y como reconoció al público. La grandeza de este músico le permite aparecer apenas unos minutos sobre el escenario y eclipsar todo lo que hay detrás. Consciente de cual era su papel, ante todo, el científico prefirió permanecer en un segundo plano, pero el público reclamaba el sonido de su guitarra que, con la ayuda del grupo germano, acabó interpretando un regalo para los oídos: el We Will Rock You. Las estrellas también hacen música estelar.