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POR QUÉ NO ME CALLO > POR CARMELO RIVERO

Patarroyo, Otaduy

   

Se hacen personajes de la columna; un día aparecieron aquí entrometidos en escena y uno les sigue los pasos como si en verdad formaran parte de una trama sin querer. Estoy hablando, a propósito, de Patarroyo, Otaduy, Chirino o Vargas Llosa, pendiente ayer en vilo del Perú, que, según él, elegía dramáticamente “entre el cáncer y el sida”, entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori. Mi admirado Manuel Elkin Patarroyo, que vuelve hoy, por fin, a la isla, invitado por Basilio Valladares a dar la esperada conferencia de su guerra sin cuartel contra la feroz malaria (décimo aniversario del I.U. de Enfermedades Tropicales, 18.30, Facultad de Farmacia), debería considerar entre las infecciones a vacunar el mal demoníaco de las democracias (de América, pero también de Europa) tentadas por una recurrente nostalgia de dictadura, que vendría a ser el nombre del patógeno resistente. De paso, en esta psicosis colectiva del E.coli, habría que meter en cuarentena (quise decir en cintura) a la facción ultra de académicos de la historia, cuya diarrea mental de diccionario bacterializa a Negrín (con un enanismo cuasi xenófobo) y condesciende con Franco. Como si dieran alas a lo Mossos D’ Squadra, al descaecido 15-M (que nadie dé por muerto), trasnochan de la caverna de la historia para esta boutade. Son una epidemia.

El sábado, presentando en la Feria del Libro del Parque la novela de Luis Otaduy, Tenerife y las palabras. Cuadernos de Canarias, el autor se recordó corriendo delante de los grises en la plaza roja de Atocha y, poco después, convertido en alférez en Tenerife, donde antes del golpe celebró una reunión en Las Raíces el dictador (salvo mejor opinión de los sabios con sable). Manuel Medina retrató a Otaduy como un joven refractario al régimen que insufló ánimo al grupo lagunero de izquierda. (La pandemia grado 5 de la izquierda en Europa es otro bacilo para echarle de comer aparte). El escritor ha vuelto a la isla 55 años después de hacer las milicias universitarias cuando aquí, con los puertos francos, se vivía mejor que en Madrid. Pero estábamos a dos días y medio de barco de Cádiz, y ahora llegan a Las Palmas, en dos horas y media de avión, los jueces de la capitalidad europea de la cultura 2016, a pasear por Triana como una calle de África en Europa entre las esculturas afro de Chirino. Otaduy nos ve como Madagascar, con los pies aquí y la cabeza en otra parte: en América o Europa. Ya en su día, el propio guanche llegó hasta Venecia, como novela Juan Manuel García Ramos, dándole la razón.