X
SIN OBJETIVIDAD > POR JOSÉ ANTONIO FELIPE MARTÍN

Sobre baloncesto y tristeza

   

Me da la impresión de que el mundo últimamente va a una velocidad increíble. Se me empieza a caer el pelo, siento los primeros dolores de huesos e incluso poder salir dos noches seguidas es una auténtica quimera. He pasado una semana mala, incluso muy mala, en lo anímico. El horizonte deportivo en nuestra isla es dantesco: descensos, deudas y uniones y acuerdos incumplidos. Aunque pueda parecer trivial, eso llega a hacer mella y a cansarte mucho.

Conforme pasa el tiempo, creo cada vez más imposible que dos partes, que no son demasiado numerosas, lleguen a la conclusión de que aquí no hay cama pa’ tanta gente, que dinero hay aún menos y que muchos merecemos un proyecto serio de baloncesto de élite en Tenerife. Miro a los protagonistas y se me cae el alma a los pies. Con todos, y lo puedo decir alto ahora que unos creen que me he pasado al canarismo y quiero hundir al Tenerife por cuestiones personales, que otros digan que, a pesar de todo, soy anticanarista y otros que creen que ahora, casi por imperativo, que jamás me ha llegado trabajando en esta casa y jamás me llegará, voy a ser más del CB Santa Cruz que la mascota, mantengo demasiadas dudas. Me da pena por gente que pelea, que curra y que lleva la humildad por bandera, como Alejandro Martínez, entrenador del CB Canarias y amigo mío (hasta en los derbis que enfrentaban a su equipo con el Tenerife Baloncesto).

Conocí a Alejandro Martínez una tarde en el Santiago Martín. Observaba mucho, apuntaba bastante y hablaba poco. Rodeado de personas que sabían bastante menos baloncesto que él, se limitaba a hacer su trabajo y a ayudarte. Me trató con más respeto en mis inicios que otros que sientan cátedra y hacen del insulto a las nuevas generaciones su modus operandi para ocultar, o tratar de ocultar, sus carencias (muchas) y complejos (demasiados).

Que haya logrado ser entrenador del Canarias, el que más encuentros ha ocupado ese banquillo, es un premio al trabajo y una demostración de que con eso se puede llegar. No hacen falta padrinos, amigos, ni agente ni pizarra para dirigir en los tiempos muertos.

A veces se es injusto con él. Creo que si viniera de fuera muchos lo mirarían con otros ojos y quizás su familia no tendría que soportar en la grada los insultos de alguno y alguna que saca a pasear sus frustraciones los viernes por las noche de 21.00 a 23.00 horas aproximadamente.

Para algunas cosas, las verdaderamente importantes, soy de tan pocas palabras como él. Así que espero que me entienda cuando le diga que sé que le debo una llamada de teléfono para explicarle que no sé qué coño decirle, pero que, seguramente, entre derbis y demás, se me ha olvidado darle las gracias por todo. Y decirle que, con más gente como él, nos iría mejor en todo.