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MIRADOR DE AMÉRICA > POR JUAN CARLOS SÁNCHEZ REYES

Suspenso para Obama

   

Obama ha visto las orejas al lobo. Pocas veces había sido tan baja la popularidad de un presidente entre la población de origen hispano de los Estados Unidos. Por ello, a 16 meses para las próximas presidenciales, el inquilino de la Casa Blanca ha dado un golpe de timón para mejorar las expectativas de una comunidad que supera la cifra de 50 millones y que representa el grupo minoritario más grande en el sistema de educación pública del país (con más de 12,4 millones de estudiantes en los niveles primario, secundario y de bachillerato), aunque cuenta con los peores resultados educativos.

Por eso no parece casual que Obama haya visitado recientemente el Miami Dade Collage, de Miami, considerado un modelo de academia para los países latinoamericanos que necesitan mejorar sus niveles de educación. La visita de Obama, primera que realiza un mandatario norteamericano a una ceremonia de graduación en un centro de estudios cuya mayoría de alumnos son hispanos, coincide con la puesta en marcha del plan educacional que pretende desarrollar a toda velocidad su gobierno y que supone una rectificación de su política en materia educativa y un reconocimiento al programa “Iniciativa de la Casa Blanca para la Excelencia en la Educación de los Hispanos”, elaborado en septiembre de 1990 por el entonces presidente George H. W. Bush, pero que fue blanco del negacionismo que ha impregnado el día a día de los demócratas en algunas cuestiones de su acción de gobierno.

Un reciente informe realizado por la Casa Blanca revela algunas cifras oficiales que no dejan lugar a ningún tipo de interpretación optimista: menos de la mitad de los niños hispanos están inscriptos en programas de educación primaria, nivel considerado clave para el futuro de su desempeño académico, y en el que existe también el mayor índice de deserción escolar.

Hay otro dato que resulta altamente preocupante: sólo el 50 % de los estudiantes hispanos obtienen sus diplomas en la enseñanza secundaria, mientras que el 13% consigue un grado de licenciatura en la universidad, frente al 17 por ciento logrado por los estudiantes afroamericanos, el 31 % de los estudiantes blancos no hispanos, y el 50 % conseguido por los estudiantes asiático-americanos.

No puede pasar desapercibido, tampoco, el hecho de que uno de cada cuatro niños menores de 10 años de las escuelas de Estados Unidos sea hispano, lo que supone que este grupo étnico -que ya conforma la minoría mas grande del país- se convierta pronto en un factor negativo a la hora de valorar la competitividad de la fuerza laboral estadounidense en una futura economía global.

La realidad es que para reformar el sistema educativo en Estados Unidos hace falta constancia y credibilidad. Y no parece que el gobierno de Obama esté en condiciones de ofrecerlo. En este sentido, los principales analistas coinciden en señalar que el gobierno debería remover más a fondo el problema, en lugar de orquestar campañas de propaganda para congraciarse con un electorado muy molesto que desconfía de sus recetas transitorias.

¿Puede haber una salida? Sí, si el gobierno decide acometer un plan creíble, tomando medidas para solucionar el problema del abandono escolar y la implicación de padres analfabetos que no hablan inglés en la educación de sus hijos, así como la inversión de capital político y ayudas financieras en la reforma de la enseñanza para garantizar la calidad de la docencia y la integración multicultural, la suplencia de profesores, además de mejorar la aplicación de las nuevas tecnologías en todos los niveles del sistema educativo.

Pero, la solución a este preocupante conflicto requiere ante que nada una buena dosis de capacidad de diálogo y de previsión por parte de las autoridades competentes. Es la mejor forma de anticiparse al futuro.