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“La xenofobia se acaba con diálogo y porosidad en las fronteras mentales”

JOSÉ L. CONDE | ADEJE

El catedrático Antón Costa, que se define como “un nacionalista gallego”, explicó ayer a sus alumnos que “es posible ser nacionalista y cosmopolita si se practica sin exclusiones y abierto al diálogo o, dicho de otro modo, si ejercitamos la inserción cultural y comprensión hacia otras culturas. Costa, catedrático de Historia de la Educación de la Universidad de Santiago de Compostela participa en el curso “Educación y Ciudadanía”. “Sin duda -afirma- cualquiera de nosotros mantenemos elementos que acompañan nuestra vida y que tienen un valor emocional afectivo. Todos somos de alguna parte. Está inscrito en nosotros como forma de ser pero hay un rincón que está lleno de símbolos y representaciones que debemos tenerlo muy presente”. Concretamente, los españoles de más de 50 años se han formado desde un punto de vista monocultural y desde la homogeneización cultural, que incluye el concepto de patria. Puso como anécdota que en los frontispicios de los cuarteles de la Guardia Civil todavía aparece el lema de todo por la patria en vez de todo por los derechos humanos.

Costa lanzó el mensaje de fondo de que “yo quiero más Galicia, y menos España, pero no me conformó con este binomio sino que voy más lejos, quiero más mundo”, en el sentido de que el ciudadano debe sentirse interesado por los problemas, los retos y los horizontes de todos, En definitiva reclamó unas políticas locales y regionales compartidas con los fines e intereses internacionales.

Xenofobia

En cuanto a la xenofobia indicó que hay que combatirla porque es un sentimiento nacionalista a ultranza y sumamente peligroso pues quien reclama ideologías excluyentes está rechazando la presencia de la diversidad cultural, identitaria y de modos de vida y tradiciones. “La solución pasa por hacer un mix buscando el diálogo y porosidad en las fronteras mentales -ya hay una relativa porosidad en las fronteras físicas- huyendo en lo posible de la tentacion de dar marcha atrás en los acuerdos de Schengen, aunque sin eludir la existencia de acciones policiales dado que nuestro mundo es problemático y hay que cuidar la seguridad”. Sentenció que “sería negativo volver a los tiempos pasados de las fronteras porque en estos momentos aprietan las cuestiones económicas en el primer mundo”.

Costa entiende que las sociedades deben “establecer cadenas de renovación y continuidad entre la memoria y el patrimonio con el fin de conservar las tradiciones al mismo tiempo que comprender que las personas que llegan traen en su macuto experiencias de otros países que deben acoger y otras que no se pueden transponer, todo ello en el marco de los derechos humanos y de las declaraciones universales”.

Interrogado sobre los movimientos que existen en Alemania para abandonar el euro porque entienden que están pagando la mala gestión de otros países, señaló que es negativo y que los gobiernos tienen la responsabilidad de fortalecer y crear instrumentos serios de control en el sistema económico europeo. “En el mundo bipolar en que nos encontramos se necesitan voces cargadas de un poder racional para afrontar los retos”, remarcó a este periódico.

Indicó que Europa es un territorio político muy avanzado, pese a sus contradicciones, y se ha caracterizado por su “dedicación al constitucionalismo, a la defensa de los derechos del individuos y a la idea de ciudadanos del mundo. Por eso sería negativa la destrucción de la UE y un retroceso desde el punto de vista del mundo multipolar”.

Dentro de ese discurso aperturista y dialogante de los nacionalismos, el ponente mostró su preocupación por esa corriente patriótica que ha surgido con los triunfos deportivos en fútbol, tenis o automovilismo: “Eso de apoyar a los nuestros lleva aparejado otras connotaciones que recuerdan al nacionalimso excluyente de siglos pasados. Actitudes como alabar que nuestras selecciones hagan trampas si ganan, o aplaudir cuando el otro se cae de la moto no son buenas”, reflexionó.

El ponente explicó dos concepciones diferentes que se han dado en países europeos para abordar la coexistencia de varias identidades nacionales en un mismo entorno. La francesa, que es “integracionista y asimilacionista”, propugna que la constitución es la misma para todos, por lo que quien se adapte a ella y a la cultura dominante, podrá tener éxito en la sociedad.

Por su parte, el modelo británico permite que en ciudades como Londres, se sienta la presencia fuerte de elementos de Bangladesh o La India, pero también crea aldeas internas como Chinatown. Es un modelo multicultural que respeta las prácticas de cada colectivo.