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Por Leopoldo Fernández >

Era inevitable

   

Aunque Zapatero venía sosteniendo lo contrario para tratar de huir de su propio descrédito, el adelanto electoral estaba cantado. Casi constituía un clamor en los cenáculos políticos, en los círculos económicos y sociales, y así lo expresaba también la mayoría de los ciudadanos, según las encuestas más recientes. Esto no quiere decir que se vayan a resolver de pronto los gravísimos problemas económicos del país, pero al menos se deja abierta la puerta a una alternativa, a una nueva legitimidad democrática que impulse y encauce las verdaderas reformas que España necesita, además de aliviar -al menos en eso se confía- la excesiva presión de los mercados sobre la deuda. Las reformas económicas para favorecer la creación de empleo son acuciantes, aunque pongan enfrente a unos sindicatos incapaces de contribuir a las mejoras que se necesitan; pese al coyuntural descenso del paro, el país no aguanta más tanto deterioro, tanto estancamiento y tanta falta de perspectivas. También hacen falta reformas políticas porque Zapatero deja un montón de asuntos pendientes, desde la anunciada reforma constitucional al reacomodo del Estado de las Autonomías, pasando por la reconducción de los problemas con Cataluña y País Vasco, los efectos de la llegada de Bildu a las instituciones y de la tregua de ETA, las reformas educativa y de la Justicia, recobrar el prestigio exterior, etc. No se entiende que, tras invocar razones de interés general y no partidarias, el presidente no haya adelantado aún más el proceso electoral, que podía haber sido fijado para septiembre o el primer domingo de octubre, habilitando agosto para cerrar los flecos pendientes en Congreso y Senado, de modo que quien venza en los comicios pueda preparar unos Presupuestos del Estado acordes con las circunstancias económicas. Pero que se ve que han primado los intereses de Rubalcaba, al que favorece una campaña algo más dilatada, y si es posible con nuevas encuestas precocinadas para mejorar su imagen. Para el Archipiélago, el adelanto electoral puede favorecer un nuevo triunfo, esta vez más amplio, del Partido Popular, además de dejar en el limbo algunas iniciativas amparadas por el llamado Plan Canarias y obligar a las distintas familias nacionalistas, pero sobre todo a Nueva Canarias y PIL, a pactar una candidatura unitaria con Coalición, Centro Canario y PNC, a menos que prefieran seguir divididos y con esa pobre cuota de dos diputados nacionales. Mientras llega el 20-N, una fecha de tanto simbolismo para nostálgicos redivivos, el paro, la crisis económica y el deterioro social siguen ahí, en espera de nuevos y mejores tiempos que traigan un alivio para todos.