DIARIO DE AVISOS | SANTA CRUZ DE TENERIFE
El baloncesto de Tenerife, de toda Canarias y de España está desde ayer de luto. El deporte de la canasta se quedó ayer huérfano por el fallecimiento de José Cabrera Vidal, conocido cariñosamente por todos como Pepe Cabrera. El entierro tendrá lugar este lunes a las 10:30 horas, en el Tanatorio de Servisa.
A la edad de 75 años, Pepe Cabrera nació en Santa Cruz de La Palma el 17 de noviembre de 1935. Fue el tercero de seis hermanos, además de entrenador, secretario técnico, gerente y alma mater del CB Canarias y RC Náutico. A él se le deben buena parte de las gestas y avances que vivió el baloncesto tinerfeño desde los años cincuenta hasta el epílogo del siglo pasado.
Artífice del primer ascenso de un equipo insular a la entonces llamada División de Honor, Pepe tuvo el enorme mérito de triunfar en ambos equipos. Al primero lo hizo subcampeón de la Copa del Generalísimo, en la temporada 64/65 y lo ascendió a la élite un curso después en una gesta hasta entonces catalogada de utopía para el deporte tinerfeño. Aquello fue solo el principio de una dilatada trayectoria.
Resulta difícil sintetizar en unas líneas la aportación de Pepe al deporte de la canasta. No solo por lo que logró desde el banquillo, sino también por su contribución desde los despachos en calidad de gestor, secretario técnico o gerente. Fue un todoterreno que marcó un antes y un después en la historia cestista del Náutico para luego, a partir de los años setenta, hacer lo mismo en el Canarias.
El techado de la cancha de la Avenida de Anaga, su trabajo con la cantera y los conceptos aplicados al baloncesto de formación fueron las primeras semillas de una carrera que germinaría en multitud de hechos ahora determinantes para explicar el crecimiento del baloncesto en la Isla. Lo fue gracias a sus contactos con Díaz Miguel y Lou Carnesecca, un mito del basket universitario estadounidense, para traerse a la Isla a Joby Wright, un exhoossier que venía de la NBA y que se convertiría en el primer americano en la historia del Canarias.
Lo fue también a la hora de innovar con la organización de campus a finales de los 70 y principio de los 80, invitación de por medio a Lolo Sainz, Corbalán, Luyk, Brabender y otras leyendas del baloncesto que vinieron a la Isla de su mano.
Y siguió siéndolo desde su faceta de secretario técnico, con multitud de fichajes de auténtico lujo, que defendieron la camiseta aurinegra. Y no sólo acertó de lleno con muchos americanos en teoría inalcanzables, caso de Walter Sczcerbiak, Randy Maister, Larry Mc Neal, Eddie Phillips, Kurt Nimphius o Ricky Winslow, entre otros. Sino que también fue clave en multitud de incorporaciones nacionales (Carmelo Cabrera, Salva Díez, Germán González…) y, sobre todo, con uno de sus ojitos derechos, el basket palmero. Por ahí se explica su determinante apuesta por los Manolo de las Casas, Juan Méndez y un sinfín de jugadores de la Isla Bonita que acabarían triunfando en el Canarias.