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POR AURELIO GONZÁLEZ >

Indignados contra periodistas

   

Las críticas recientes del Movimiento 15-M contra los medios de comunicación están sirviendo para replantear el debate sobre el papel del periodismo en la sociedad actual. Son críticas que se concretan en frases como “se nos mean encima y la prensa dice que llueve” mientras otras acusan a los medios de “tergiversar la realidad en beneficio del poder establecido”. También está siendo beligerante el denominado Observatorio de Medios de la Asamblea Popular de Arganzuela (Madrid) al acusar a los medios de la construcción de una realidad falsa y de la inclusión de opinión donde sólo debería haber información.

Es algo que se veía venir. Los profesionales de la información están viendo cada día más recortada su libertad para informar y opinar, todo ello en favor de una determinada e interesada línea editorial a la que tenían que obedecer si querían comer. El control político y económico es cada vez mayor. Cada día son más difusos los límites entre la información y la opinión, es decir, entre lo que es el estricto relato de lo que sucede y acontece y aquello otro que es fruto de la interpretación del periodista. Todo ello vulnerando el derecho del lector, oyente o telespectador a que se le cuente la realidad y se le opine sobre ella, pero por separado. Es decir, a que no se le dé gato por liebre.

Si como dice Eugenio Scalfari (periodista y editor italiano cofundador de La República) el periodista es gente que le cuenta a la gente lo que le pasa a la gente, habría que detenerse a analizar cómo se cuenta eso que le pasa a la gente. Porque los cómos, las maneras, siguen siendo importantes. Si es cierto que la objetividad absoluta no existe también lo es que en un texto periodístico (escrito, oral o de imágenes) se pueden (y se suelen) verter contenidos y matices que van más allá de las estrictas intenciones narrativas por parte del informador. Lo deontológico sería acercarse a los máximos niveles posibles de objetividad e imparcialidad informativa procurando la mínima injerencia en las redacciones de los intereses no periodísticos que abrazan los consejos de administración.

Es natural que los des-afiliados políticos, económicos y sociales que vienen protagonizando el 11-M también critiquen esa falta de rigor y esa objetividad en los medios. Pero no que pretendan la supresión de la mediación periodística, es decir, la abolición de las empresas periodísticas y los periodistas como profesionales intermediarios entre lo que sucede en la realidad y el ciudadano. Entre otras razones porque la propia Constitución preserva el derecho a informar y a estar informado. Una sociedad sin intermediaciones resulta hoy una quimera. Aunque es verdad que una cosa es recibir información y otra estar bien informado. Sobre todo en estos tiempos en que la avalancha de información, no sólo a través de medios convencionales y de las redes sociales, es tanta grande que la información con excesiva frecuencia se torna en confusión.

Esa manipulación de la realidad que según los indignados están haciendo los medios de comunicación tiene mucho que ver, por otra parte, con el pésimo concepto que de la política, las instituciones y los políticos tiene la gente hoy. Se trata de una manipulación de la realidad (y, a veces, de la falsificación de la misma) que es producto de la complicidad entre políticos y periodistas. A los primeros les suele interesar políticamente una realidad alterada y a los segundos también pues periodísticamente vende más si esa manipulación está bien disimulada. Por esto hay que ponerse de parte de los indignados, pese a que muchos de sus propósitos puedan parecer utópicos. No hay que olvidar (ahí está el mayo del 68 francés para recordárnoslo) que con frecuencia en el camino de la utopía se encuentra la auténtica verdad.

Hemos de seguir reivindicando, y hoy más que nunca, unos medios de comunicación que nos acerquen la realidad tal y como es, no como algunos quieren que la veamos. Ha llegado la hora de rechazar de plano intereses económicos globalizadores que siguen pugnando por colocarnos lentes y orejeras para que veamos y oigamos el mundo de una determinada manera. Los medios de comunicación no deben renunciar a esa misión primera consistente en informar libremente para formar y crear conciencias individuales y colectivas. Necesitamos el ejercicio de un periodismo libre y limpio que nos acerque en cada momento la múltiple realidad poliédrica que constituye hoy el mundo. Pero como dice el semiólogo y novelista italiano Umberto Eco, un periodismo que no sea una verdad única y manipulada sino una suma de miradas limpias y transparentes sobre la realidad.