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Malaspina constata una desoxidación del océano

   

VERÓNICA MARTÍN | SANTA CRUZ DE TENERIFE

La expedición Malaspina comienza su gran aventura de emitir sus primeros datos científicos tras haberse recorrido el globo recogiendo muestras para su análisis. Eugenio Fraile es investigador del Instituto Español de Oceanografía (IEO) y uno de los canarios que participó en este gran proyecto. A su vuelta, explica que han recogido muestras y datos para analizar “durante los próximos 30 años”.

De momento, una de las principales conclusiones que han extraído es que en el océano, la concentración de oxígeno en el agua ha disminuido considerablemente. “Hay una desoxigenación generalizada en todas las aguas subtropicales del mundo, no sabemos a qué se debe pero sí sabemos que no se debe a causas físicas”, comenta el responsable de la investigación Física de Malaspina, Eugenio Fraile quien insiste en que “esto es algo muy grave que no podemos achacar al calentamiento de las aguas, porque hemos demostrado que en los últimos 10 años el patrón de calentamiento ha cambiado”. Entonces, ¿cuál es la causa? A esta pregunta deberán responder los científicos pero Fraile adelanta: “el motivo será biológico”. Recuerda que el agua pierde oxígeno (es decir, gas) cuando está caliente porque, tal y como pasa con una Cola-Cola, los líquidos fríos no desprenden gases con la misma facilidad que los calientes. La pérdida de oxígeno en los océanos tiene una relación directa con la vida terrestre marina y por supuesto, la terrestre. Por lo tanto, la conclusión sería algo así como que los cambios en el océano están provocando las modificaciones en el clima y no al revés. “Es algo que muchos llevamos diciendo hace tiempo”, insiste Fraile tras haberse recorrido el tramo cinco de la Expedición Malaspina, es decir, el que va de Sidney a Auckland en Nueva Zelanda; y de allí viajaron a Hawaii. “Vimos lugares realmente maravillosos como la isla coralina de Tokelau en la Polinesia que era el verdadero paraíso, un atolón coralino de más de 5.000 metros de altura desde el fondo marino hasta la superficie del océano y que tan solo aflora dos metros, somos unos grandes afortunados, quizás no lo veamos nunca más, debido al creciente aumento del nivel del mar”. Y también vieron la creación de nuevas islas en el Pacífico creadas con montones y montones de plásticos. Un claro ejemplo en medio de la nada oceánica de cómo el ser humano vive ajeno a la naturaleza.

Otra de las conclusiones a las que llegaron en esta recogida de muestras fue que los océanos están muy mal cartografiados pese a estar en este 2011. “Llegábamos a lugares que se suponían que tenían 4.000 metros de profundidad para coger muestras y solo tenían 500”, comenta el investigador y recuerda que por esta mala cartografía “teníamos que estar muy alerta, para evitar encallar”. Durante la circunnavegación se tomaron 35 millones de registro por variable medida, tales como: salinididad, oxígeno, fluorescencia, CO2 tanto atmosférico como contenido en el agua, alcalinidad, Ph y, también, miles de muestras de zooplacton, fitoplacton, bacterias y virus. Y, por supuesto, para aportar datos y reformar la cartografía oceanográfica existente. En el trayecto, este equipo de investigación español tomó  muestras para “comprobar el contenido radiactivo tras el desastre de la central de Fukushima” en el centro del océano Pacífico, incide el investigador y explica que “se trata de obtener isótopos para conocer qué posible afección pudo tener la tragedia de Japón”.

También dedicaron parte de su labor a medir velocidades de corrientes de todas las columna de agua, desde superficie hasta 4.000 metros. Así, pudieron localizar las corrientes ecuatoriales de manera zonal. “Había infinidad de corrientes y algunas de metros por segundo que hasta tiraban el barco. Hubo que hacer verdaderas pericias para que los instrumentos no se metieran debajo del barco y se cortaran”, rememora el científico canario.

En esa gran batida, encontraron una región del océano en la que sus aguas son las más transparentes del Mundo. Una amplia zona entre Nueva Zelanda y Honolulu que deja entrar la luz hasta los 200 metros de profundidad, 100 más de lo normal. “Lo hemos descrito y estamos en vías de publicación”, dice Eugenio Fraile para aclarar que se trata de un gran desierto marino en la que la dañina luz ultravioleta, más potente por la disminución de la capa de ozono, penetra cada vez más en los océanos y produciendo mutaciones genéticas en los organismos.

Los más de 400 científicos de más de veinte instituciones que han participado en las distintas rutas de Malaspina tienen aún muchas noticias que dar. ¿Alguna buena? Tenemos hasta 30 años para saberlo, pero los tres siguientes serán vitales.