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Por José Carlos Alberto Pérez-Andreu >

Su putañera señoría

   

Las mujeres y el dinero son las dos razones históricas por las que los hombres pierden la cabeza más a menudo. Lo que a estas alturas me pregunto, es cuantas copas debería llevar encima su putañera señoría para montar toda una suerte de despropósitos que muy posiblemente hayan dado lugar al principio del final de una de las carreras políticas más dilatadas en Canarias. Y claro, es que prefiero pensar que fue el whisky de garrafón del puticlub, y no su carácter de dictador, lo que desencadenó uno de los episodios más ridículos en la historia de la vida paralela de sus señorías. Este padre de la patria, ya caído en desgracia, se apresuró a asegurar que no practicó sexo. Y claro, de todos es sabido que a una sauna de jóvenes y cachondas muchachitas, a lo que habitualmente se acude es a reflexionar sobre cómo superarse uno en el próximo periodo de sesiones, tras el verano.

Cuentan que las pilinguis ya no cedían a las peticiones ni del padre, ni del hijo ni del espíritu santo, que dicho sea de paso, tenían que estar de foto bien entradas las seis de la mañana, que fue hora de los hechos. Entre demanda y exigencia, piropo y ordinariez, la santísima trinidad fue invitada a ponerse de patitas en la puerta de la calle. Intuyo que para que te echen de un harén de pago la tienes que liar bien gorda. Pero como aquello fue poco, heridos en su putero orgullo y ágiles de reflejos como nunca, se plantaron en una comisaría del Cuerpo Nacional de Policía a denunciar el soez trato que les habían dispensado putas y chulos. Visto lo visto, más les hubiese valido la pena haber amanecido comiendo churros e ir a exponer la queja ante la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). Tan grotesco fue el lío que montaron en el cuartelillo que los enchironaron. Podrán ustedes imaginarse la cara de los funcionarios policiales cuando se percatan de que el que los llama terroristas, maricones, fachas de mierda y les desea que mueran de cáncer posee el título de señoría. ¡Chiquito lío!, el comisario llama al jefe, el jefe llama al Delegado del Gobierno, éste llama a su vez al Director General del Cuerpo Nacional de Policía, éste al nuevo ministro Camacho y el titular de Interior habrá marcado el número mágico para concluir: “Alfredo, tenemos un problema” Así tuvo que ser la bronca, que con toda la cadena de mando en jaque no salieron del calabozo hasta las tres de la tarde del día siguiente.

Todo esto pudiera haber quedado en agua de borrajas si el despreciable carácter del padre de la patria se hubiera quedado en el puticlub, pero lo llevó de paseo para exponerlo, deplorablemente, ante los funcionarios del Estado designados para mantener el orden en esta patria nuestra. Si Valenciano (la segunda de Rubalcaba) dice que a ellos no los representa y que dimita, supongan que pensaremos los demás. Ser señoría y putañero sería hasta admisible, lo que España no soporta es que un político sea un tirano.

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