Ciclano me dijo que la historia de la playa chicharrera de Las Teresitas era lo más parecido al cuento de nunca acabar que había visto en su vida, a lo que yo le respondí que más bien parecía el cuento de la vieja majadera. Y eso que todo es mucho más simple: las Teresitas da asco, simplemente asco. Es una playa del siglo XIX cuando estamos en el siglo XXI, pese a quien le pese. En lo único que tenía razón el anterior alcalde era en que había que cambiarla de cabo a rabo y, estoy seguro, el nuevo equipo de gobierno lo hará. De hecho, me temo que la paciencia de los santacruceros ya llegó al límite, y por su propio bien, si no quieren salir escaldados de los plenos, se pondrán manos a la obra. A ver: los accesos a la playa no sirven, hay que arreglarlos, facilitando entrada y salida y acondicionando aparcamientos.
Los chiringuitos de la playa son una vergüenza fenomenal, y son asquerosos y están tardando en desaparecerlos y sacarlos de la arena. Cuando un buen arquitecto y un buen paisajista hagan un plan, los chiringuitos los imagino decentemente acondicionados, con su pequeña terraza donde comer y beber, unos más caros, sirviendo por ejemplo arroz caldoso y buen vino, y otros más baratos, para ponernos el bocata y salir del paso. Si no saben qué hacer, miren en Google las fotos de Copacabana e Ipanema en el litoral de Río de Janeiro, o, más cerca, miren la solución que han dado a los chiringuitos en playas de la Costa del Sol, como las propias playas de Cádiz. Si es que ya está todo inventado, me dijo Ciclano.
Yo le dije que no fuera criticón y que diera un voto de confianza al nuevo equipo, que confiara en Bermúdez y Pérez, que, a poco que hicieran, tras doce años de parálisis, la ciudad lo notaría y agradecería. Le dije que mejor le diera un palo a los comerciantes de la zona centro, que no hacen sino pedir en vez de organizarse entre ellos para hacer actividades y animar el cotarro. Pónganse de acuerdo, cristianos, entre ustedes, que todo no va a ser subvención y háganme esto o lo otro, que el mundo cambia y ya se les acabó el monopolio (¿alguien les ha explicado que las tiendas deben especializarse y no ofrecer todas la misma metralla?, ¿alguien les ha explicado que ahora se puede comprar por Internet todo lo imaginable? Señores, bajen al siglo XXI, por favor). Uniendo los diferentes sectores comerciales pueden hacer actividades curiosas y atractivas y hasta sin coste. Un ejemplo: los comercios que venden motocicletas se ponen de acuerdo con los libreros y con los restaurantes y hacen en la calle una exposición de motos, al mismo tiempo que los libreros sacan libros relacionados con ese mundillo motero y los restaurantes y cafeterías se inventan cualquier tapa o cualquier desayuno con ese motivo. Y ya está. Si no es tan difícil. Hagan una reunión y aporten ideas para que vean cómo salen a cientos. Y el Ayuntamiento que dé los permisos y punto. Los comerciantes de Santa Cruz, a menudo, me recuerdan a los que se oponen al ocio nocturno en la ciudad y a las terrazas de verano. Señores, una ciudad es una ciudad. Si no les gusta, váyanse al campo o al desierto, pero si se elige vivir en una ciudad habrá que convivir con un tráfico atroz y, al menos viernes y sábado, con algo de movimiento nocturno. ¿Conocen alguna ciudad sin ruidos? Santa Cruz es más silencioso un fin de semana que Santa Lastenia, seamos sinceros, me dijo Ciclano, pero yo le dije que no se hiciera el gracioso, que esa metáfora del cementerio estaba gastada y que, además, ya quisiera para Santa Cruz el tráfico que los domingos tiene el camposanto. ¿Cuál de los dos lugares tiene más muertos?, dice el haikú.