En plena canícula de agosto el Consejo de Ministros vuelve a reunirse para adoptar más medidas que calmen los mercados. Zapatero no hace otra cosa distinta de las que hacen en Italia, Francia, Bélgica, Portugal, Grecia, etcétera. Y mientras los políticos van echando carnaza al monstruo de la crisis, que lo devora todo, yo me pregunto si realmente vivimos en una democracia. Entiéndanme, no digo que España no sea un país democrático, lo que me pregunto es por qué hay organizaciones y personas que solo defienden intereses económicos y que son quienes en estos momentos están provocando la agonía que padecen tantos y tantos países. A esas organizaciones y personas las llamamos “los mercados” y resulta que imponen su voluntad e intereses por encima de los ciudadanos, y marcan el paso de países supuestamente soberanos. Si la soberanía está en los ciudadanos y los ciudadanos votamos unos representantes para que en nuestro nombre adopten las decisiones que sean pertinentes, no entiendo por qué nuestros representantes no son capaces de meter en cintura a esos especuladores que están enriqueciéndose en nombre de la libertad de mercado y que, en esos momentos, están provocando la ruina y la miseria de millones de familias a lo largo y ancho del mundo.
En definitiva, lo que reivindico es que la política sea la que marque las reglas de la economía y que no sean agentes económicos espúreos los que se constituyan en dictadores de la política. Y es que todavía está por explicar qué ha pasado para que buena parte de Occidente se haya sumido en una situación cercana a la bancarrota. Y también está por explicar por qué los gobiernos se mueven al dictado de los mercados y no al revés. Como tampoco entiendo por qué, como ya está sucediendo en Italia, no se ponen en marcha mecanismos judiciales que investiguen a las famosas agencias de calificación que, de un día a otro, son capaces de dejar en la ruina a un país. No hace falta enumerar las ventajas de una sociedad con libre mercado, pero sí recordar que el mercado, como todas las otras actividades, necesita de unas reglas de juego que no permita que especuladores faltos de escrúpulos hagan su fortuna provocando la miseria de los demás. Por eso echo de menos políticos capaces de plantar cara a quienes están provocando este caos.
Es decir, echo de menos que la POLÍTICA, así escrita, con letras mayúsculas, no sea la que marque la senda a seguir por los mercados. Por el contrario, nuestros políticos están desmantelando a toda prisa el Estado del bienestar, construido a lo largo de la última mitad del siglo XX, gracias al sacrificio y esfuerzo de miles de trabajadores. Todo lo que se había conseguido en cuanto a derechos y bienestar social lo estamos perdiendo porque así, nos dicen, lo exigen los mercados. Y así nos encontramos que esos mercados piden que se despida a miles de personas, que también piden que se recorte el sistema público de salud y de educación, también piden que los trabajadores renuncien a los derechos laborales adquiridos durante décadas, etcétera. Es decir, vamos hacia atrás, a una sociedad más pobre, con menos derecho y donde las diferencias sociales se van a ahondar cada vez más. Y todo eso se va a hacer con el consentimiento de nuestros representantes, que están asustados y son incapaces de plantar cara a esos especuladores y capitalistas de casino. Todo esto sucede porque ese capitalismo de casino, esos especuladores no temen nada ni a nadie. Desaparecida la Unión Soviética y el miedo al otro bloque, los especuladores campan a sus anchas. Nuestro Gobierno no es una excepción.