FRAN DOMÍNGUEZ | Santa Cruz de Tenerife
Entre un sol que luchaba en vano por dejarse ver en un cielo encapotado, la villa de La Esperanza vivió ayer su tradicional romería, que ya está a punto de alcanzar su plena madurez, no en vano lleva a cuestas 37 años. La veteranía es un grado y eso se nota en el entusiasmo de los participantes y en el público que acudió a la cita (entre ambos cifraron la asistencia en las 10.000 personas, según fuentes de la Policía Local).
La romería arrancó tras la celebración de la eucaristía en honor de Nuestra Señora de La Esperanza, imagen que presidió la comitiva festiva en la plaza del Ayuntamiento. A eso de la una y media de la tarde, una muestra de la ganadería caprina local dio pasó al desfile romero en sí, encabezado por diversas manifestaciones del folclore canario más ancestral, danzas de las varas de Chimiche, de las flores de Tegueste, de los viejos de Las Mercedes, y de la cercana localidad de Guamasa. El colorido de las cintas y de los atuendos de los trajes de tocadores y bailarines fueron el preámbulo de las primeras carretas, presididas por las de las romeras mayor adulta y de la Tercera Edad. Tras ellas, el resto, hasta casi la treintena, intercaladas con parrandas y agrupaciones folclóricas.
La calle de El Calvario, la principal vía del casco, fue el mejor testigo de la fiesta, donde no faltó el buen humor, que venía a regar, como los caldos que discurrieron por doquier, los alegres cánticos. Más de dos horas y media después de comenzar, la comitiva romera terminó su recorrido, pero la fiesta no quedó ahí. La verbena popular puso el broche a la jornada.