AGENCIAS | Madrid
El Papa Benedicto XVI se despidió ayer agradeciendo la acogida recibida en España, una “gran nación” que “sabe y puede progresar sin renunciar a su alma profundamente religiosa y católica”, dijo ante los reyes don Juan Carlos y doña Sofía.
En Barajas, y delante de un numeroso grupo de peregrinos que pese al bochorno y al cansancio quisieron decirle adiós, el santo padre destacó la capacidad de “convivencia sana, abierta, plural, respetuosa” de España, un país que “sabe y puede progresar sin renunciar a su alma profundamente religiosa y católica”.
Benedicto XVI también se mostró convencido de que los jóvenes españoles, “animados por la fe de Cristo”, aportarán “lo mejor de sí mismos para que este gran país afronte los desafíos de la hora presente y continúe avanzando por los caminos de la concordia, la solidaridad, la justicia y la libertad”.
A los jóvenes de todo el mundo, el Pontífice les agradeció “de todo corazón” por haber acudido masivamente a Madrid y por su participación “entusiasta e intensa” en la Jornada Mundial de la Juventud.
Como a lo largo de los cuatro días de su visita a Madrid, en su última tarde en la capital miles de personas le acompañaron agitando banderas, lanzando vítores y coreando eslóganes allá donde fuera: desde la puerta de la Nunciatura hasta la pista del aeropuerto de Barajas.
Don Juan Carlos agradeció al Papa estos cuatro días de “alegrías y vivencias” para la multitud de jóvenes que han llenado Madrid, sus palabras de “amor y esperanza, de aliento y confianza” para una juventud “depositaria de sentimientos y valores como el compañerismo, la amistad y la solidaridad”.
Una juventud comprometida con generosidad en la construcción de un mundo “más justo, más pacífico, más solidario y más sostenible”, un mundo mejor que “desde el respeto a la libertad y a la dignidad de la persona” requiere “del esfuerzo, del diálogo, del entendimiento y de la cooperación de todos para superar crisis y desafíos”.
Sonriente, muy sonriente, con rostro de satisfacción, el Papa ponía fin a su tercer viaje a España en sus seis años de Pontificado, tras pasar en Madrid cuatro días que quedarán “hondamente grabados” en su memoria y en su corazón, según reconocía el Pontífice en su discurso de despedida, el último de la JMJ 2011.
“El papa se ha sentido muy bien en España”, insistió el Santo Padre, que agradecía a todos, a los reyes, a las autoridades nacionales, autonómicas y locales, su cooperación y “fina sensibilidad” para hacer posible este “acontecimiento internacional”, que en 2013 tendrá a Río de Janeiro como escenario.
También tuvo palabras de agradecimiento para los voluntarios, más de treinta mil, que han trabajado duro para hacer posible la XXVI Jornada, para las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y para el resto de personas y profesionales sin cuyo esfuerzo no hubiera sido posible el encuentro en Madrid de una juventud católica multitudinaria y entusiasta. Y les ha exhortado a “no desanimarse ante las contrariedades que, de diversos modos, se presentan en algunos países”.
Antes de partir, el Papa quiso dejar un mensaje muy claro a todos los españoles: “que los tengo muy presentes en mi oración, rezando especialmente por los matrimonios y las familias que afrontan dificultades de diversa naturaleza, por los necesitados y enfermos, y también -destacó- por los que no encuentran trabajo”.
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“La JMJ ha sido un ‘shock’; no somos una minoría”
Calor. Un insoportable bochorno que convirtió la espera del Papa en el aeródromo de Cuatro Vientos en un verdadero infierno para los casi mil peregrinos diocesanos presentes en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Hoy, cuando el evento ya ha bajado el telón, los canarios emprenden la vuelta a casa y de aquellos duros momentos… hasta presumen. “Aguantamos. Y no porque fuésemos valientes, sino porque teníamos claro a qué habíamos viajado hasta Madrid”, resume una peregrina palmera.
La mayoría de jóvenes retorna hoy a las islas, con un recuerdo imborrable de lo que ha supuesto para ellos la convivencia con más de un millón y medio de peregrinos llegados desde 193 países de la Tierra. “Hay un antes y un después en nuestra vida. En las parroquias de nuestros pueblos, la mayoría de los que asisten son personas mayores.
Ha sido un shock para mí compartir la fe con tantos jóvenes. Ahora sé que no somos una minoría”, declara emocionado Abel Hernández, de Los Realejos.
A última hora de ayer, el obispo nivariense, Bernardo Álvarez, se desplazó hasta Alcorcón, donde duermen los jóvenes, para interesarse por ellos y darles la comunión. “La tormenta que sacudió Cuatro Vientos destruyó algunas carpas donde se guardaban las formas para la Misa y pocos pudieron comulgar en la celebración. Sé que eso fue frustrante para ellos y por eso he venido”, explica el prelado.
“Todos están bien. Algunos siguen agotados, pero felices, muy contentos. El Papa ha sido entrañable con ellos, les ha llamado a ser misioneros, a comprometerse. Y los jóvenes buscan retos”, añade Álvarez. “Me ha gustado que Benedicto XVI haya sido tan claro con los jóvenes. No aduló a nadie. Dijo lo que tenía que decir, aunque no fuese popular su mensaje en algunos aspectos. Proclamó la verdad del Evangelio. Ahora todos dedicaremos tiempo a meditar su mensaje. Pero no hoy, estamos todos muy cansados”, concluye el responsable de la diócesis.
Cansados… y hasta lisiados. Es el caso de Bárbara Méndez, que sufre una lesión de ligamentos. “Estaba tan contenta que ni me enteré de cuándo me pasó hasta que se me hinchó la rodilla. Seguro que fue saltando y cantando”, refiere.
“No hubo problema: cogimos una valla de la carretera y una silla e improvisamos una camilla. Parecía una procesión.
Fue fantástico, todos nos miraban y ayudaban”. Apenas con un hilo de voz, Keyla Darias, de Ofra, asegura que “ha valido la pena la experiencia”. “Pensaba que Ratzinger no era un hombre cercano, y me he llevado una sorpresa. Tiene mucho de Juan Pablo II. Ha valido la pena soportar el calor y la lluvia, el hambre, la sed… Nos hemos demostrado a nosotros mismos que nos tomamos la fe en serio”, sentencia.
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