Dentro de su acreditado carácter general, el culto a Nuestra Señora de Las Nieves, contó siempre con nombres propios caracterizados por su generosidad, ingenio y entrega al servicio de una devoción que suma a su raiz religiosa indudables componentes culturales y sociales. Todos están en la historia del Real Sitio y de La Palma, pero a muchos, por la fragilidad de la memoria, tenemos que recordarlos por estricta justicia y para constancia de las nuevas generaciones.
Entre ellos, están Alberto José Fernández GarcÃa, ideólogo del Museo Insular de Arte Sacro y de sensibles mejoras en la fábrica y el culto; junto a los arquitectos Rafael Daranas y Luis Miguel Pérez transformó unas lonjas en espléndidas salas de exposición y dignificaron la fachada del naciente con balcón y tribunas barrocas. Detrás de todas estas iniciativas, está el rector del Real Santuario – Pedro Manuel Francisco de las Casas – que, con inteligencia y constancia, materializó viejos proyectos que convirtieron la ermita del monte en un templo modélico y los edificios del entorno en un complejo monumental de visita obligada para todos los viajeros. A su celo se debe, en primer lugar, una actuación básica: la consolidación de la iglesia que, sometida a la continua presión del tráfico, amenazaba ruina.
Esta actuación capital se completó con una vÃa alternativa, realizada por la ConsejerÃa de Obras Públicas, dirigida por Antonio Castro, con apoyo del Cabildo Insular, entonces presidido por José Luis Perestelo. En las últimas décadas, el responsable de las obras y mejoras del Real Santuario ha sido el arquitecto José Miguel Márquez Zárate, cuya vinculación y compromiso con este lugar sobrepasa con rumbosa holgura los lÃmites profesionales; igual ocurre con el constructor Miguel Hernández Ventura, cuya empresa especializada en restauraciones, ha materializado todos los proyectos.
Este 5 de agosto, que dirige los ojos y los recuerdos hacia el lugar de Las Nieves, la Patrona de La Palma y los palmeros estrena los últimos honores que suma a su condición de Alcaldesa Honoraria y Perpetua de los catorce municipios, la Medalla de Oro de la Isla y el tÃtulo de Regidora Mayor. Detrás de estas concesiones, están también hombres y mujeres de todos los sectores del espectro social que, sin dudas ni fisuras, han sabido mantener a este sÃmbolo piadoso de la Madre de Dios por encima de sus legÃtimas diferencias como clave de unidad e integración de todos los insulares.