Decía el astrofísico Neil deGrasse Tyson que podría ser un hombre rico si le dieran un penique cada vez que alguien le preguntaba: ¿por qué gastar tanto dinero ahí arriba cuando tenemos tantos problemas aquí abajo?
Una cuestión errónea basada en el trasnochado concepto de creer que lo distante no afecta a lo cercano, que la conquista espacial es una quimera reservada para un futuro que nunca nos llegará, que conocer el Universo sólo sirve para llenar páginas en enciclopedias, que todo está demasiado lejos de nosotros.
Han pasado ya cincuenta años desde que el primer ser humano, el cosmonauta Yuri Gagarin alcanzara el espacio, y desde aquel día hasta hoy, las cosas han cambiado mucho. Nuestra realidad, nuestro mundo, depende de los avances ahí arriba más de lo que podamos imaginar.
Las llamadas de tu móvil, el GPS de tu coche, la señal de tu televisión, el tiempo en el telediario… la vida en nuestros días se ha construido con avances espaciales de los que, nos guste o no, dependemos. Una dependencia que al hacerse cotidiana nos parece invisible o engañosamente lejana. El recorte en el presupuesto de proyectos espaciales significa un retroceso en la ciencia y en los avances aquí en la tierra. Enviar astronautas al espacio, lanzar telescopios y sondas, diseñar programas cada vez más audaces y desarrollar las tecnologías que los hagan posibles representan en la actualidad una de las maneras más directas que tiene la ciencia de avanzar.
Los microchips de tu ordenador son descendencia directa de los circuitos integrados que se usaron en la computadora de asistencia de vuelo de las cápsulas Apollo. Los taladros inalámbricos que utilizas para colgar cuadros usan la tecnología diseñada para tomar muestras lunares. El termómetro de oído y su precisión para tomarte la temperatura proviene originalmente de su uso para monitorizar el nacimiento de estrellas. La espuma de tu colchón, el aislante de tus zapatillas, el filtro de agua de tu grifo, los detectores de humo, el TAC que detecta tumores, los pañales desechables para tu bebé, las mantas isotérmicas… Miles de adelantos de tu día a día provienen de la investigación espacial.
Tecnologías, aplicaciones y avances que nos llegan desde lo que crees lejano, de ese ahí arriba tan inútil para algunos.
Lo siento pero los tiempos en los que el espacio era una competición para ver qué país o potencia la tenía más larga hace mucho que han pasado. Los años de guerra fría donde la carrera espacial era un tira y afloja entre dos bloques para comprobar quién meaba más lejos se han acabado. Hoy lo que se hace en el espacio tiene su reflejo en nuestro pueblo, en nuestra casa, en nuestra vida. No se confundan, cuando recortan ahí arriba están retrasando el avance aquí abajo. Nos guste o no, así es nuestro mundo hoy, así es ahora. Así en el cielo como en la tierra, amén.