Tranquilidad en las masas señores, hoy no hablaré de los buitres locales, eso será más adelante, además, se titulará también bailando, pero con lobos. Ahora no queda otro remedio que mirar hacia esa falacia de los mercados, ojo, no la Recova, sino una especie de cueva de ladrones y extorsionadores, en cuyas manos está el destino de la humanidad. Así de simple y sencillo. Su voracidad por el beneficio no tiene límites. Es el capitalismo sin rostro ante el que hemos claudicado entregándole nuestra independencia y libertad personal, al menos en lo que al ahorro y al consumo se refiere.
¿Y sabéis lo peor?, que la inmensa mayoría de los mortales no tenemos ni puta idea del lenguaje de éstos carroñeros del sistema, nos limitamos a relacionarlos con los bancos, las financieras y la bolsa, con el capitalismo usurero y prestamista. También sabemos que son muy poderosos, que ordenan a gobiernos nacionales y entidades económicas internacionales cómo deben gestionar los recursos internos y externos.
Obligan a privatizar empresas competitivas, reducen los salarios de los funcionarios, congelan las pensiones, el mejor contrato de trabajo es el que no existe, el que quiera sanidad y enseñanza que se la pague de su bolsillo, y el déficit público a cero, es la mejor forma de que el estado quiebre. Si no somos capaces de pararle las patas a estos miserables, terminaremos comiendo piedras molidas. Hete aquí la cuestión de fondo: ¿es posible regular unos mercados sin patrones?
Todo empezó cuando admitimos que la globalización de la economía tenía muchos factores a su favor, y prácticamente ninguno en contra. A partir de ahí nació un nuevo capitalismo que se movía a la sombra de unos mercados oscuros, liberados del control institucional, para a continuación, someternos a un consumo de bienes inservibles que rompía con aquella vieja costumbre del ahorro personal.
Antes, los de mi generación saben de lo que hablo, solo nos permitíamos comprar (vivienda, coche, televisor, etc.) cuando habíamos ahorrado lo suficiente para abonar la mayor parte del producto al contado, y a veces, no siempre, quedaba pendiente un rédito para pagar en cómodos plazos.
La experiencia última, y ahí nuestra colaboración al sistema, es que eran los bancos, y las entidades financieras en general, las que venían en nuestra busca para ofrecernos el oro y el moro; basta mirar en el entorno para darnos cuenta hasta que punto hemos caído en el engodo capitalista. ¿Y ahora?
A mí solo se me ocurre una primera idea, sí de verdad queremos corregir el poder absoluto de los mercados: la intervención/regulación política en las más altas instancias mundiales. Ésta hipótesis, que debería haberse activado al principio de la crisis, precisamente en evitación de que el dinero circulante paralizara la actividad económica, todavía estamos a tiempo, sí no con la contundencia que lo expreso, puede que tratando de equilibrar un atenuante que obligara a los mercados a costear los déficits con que la crisis está golpeando a una gran parte de las economías nacionales. ¡Ellos, o nosotros!
juanguanche@telefonica.net