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> POR JOSÉ SEGURA*

Debemos controlar el CO2 en la atmósfera

   

Consecuencia de razonamientos precedentes podemos afirmar que la contribución humana al calentamiento climático tiene lugar por perturbación del balance energético que se mantiene de manera natural entre la radiación solar, la superficie terrestre, la atmósfera y el espacio exterior. El aumento de los aerosoles en la atmósfera y la modificación del albedo causadas por la actividad humana presentan efectos claramente inferiores a los debidos al incremento de los gases de efecto invernadero en la atmósfera, de los que -como hemos afirmado en artículo anterior- el dióxido de carbono destaca por su mayor contribución. La mitigación del calentamiento climático pasa en gran medida por el control del contenido de CO2 en la atmósfera.

Como medidas y líneas de actuación para la reducción del contenido de CO2 en la atmósfera como consecuencia de acuerdos internacionales, los países comprometidos han aplicado con mejor o peor resultado, una sistemática lógica diseñada en tres fases: 1ª- reducción de la generación de dióxido de carbono; 2ª- reducción de las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera (simultánea y consecuencia de la fase anterior); 3ª- captura del dióxido de carbono presente en la atmósfera. Se trata de un planteamiento similar al que cabría proponer para cada uno de los demás gases de efecto invernadero: metano, monóxido de dinitrógeno (N2O) más frecuentemente mencionado como óxido nitroso, el ozono troposférico y los gases halogenados derivados de hidrocarburos saturados.

La generación de CO2 está principalmente relacionada con la combustión de materiales fósiles en la producción de energía. El primer paso razonable por dar consiste en el aumento de la eficiencia energética en todas las actividades, de manera que se requiera menor energía para asegurar el desarrollo económico y el bienestar de las personas. Posteriormente, una mejora en la eficiencia de los procesos de transformación energética y el empleo de fuentes de energía no generadoras de CO2 deben conducir a una reducción de la producción global de CO2.

En otra fase de actuación, es concebible una reducción de las emisiones por medio de la captura y confinamiento del dióxido de carbono en el momento de su generación, evitando su difusión a la atmósfera. El dióxido de carbono ya presente en la atmósfera es de hecho capturado por diversos sumideros naturales, tal como la biomasa, con lo que resulta concebible, como una tercera estrategia, la reducción de su concentración atmosférica mediante un incremento de la capacidad de los sumideros, naturales o no.

Por lo que se refiere a la primera de las estrategias, es fundamental promover políticas de ahorro y eficiencia energética que pueden contribuir a reducir sustancialmente el consumo de energía. En cuanto a la segunda estrategia juega un papel relevante el desarrollo de las energías renovables y por último debemos fomentar sistemas naturales que capturen el CO2, de la atmósfera promoviendo la recuperación de bosques y desarrollando la tecnología necesaria para la captura y almacenamiento del CO2 generado por la industria en formaciones geológicas adecuadas.

Aún a riesgo de una simplificación, estamos convencidos que la mitigación del calentamiento climático no se logrará con una solución única; se irá consiguiendo mediante la aplicación simultánea de múltiples medidas de mayor y menor complejidad.

Las emisiones de dióxido de carbono y de otros gases generadores del efecto invernadero en la atmósfera derivadas de la actividad humana, están generando un aumento de la concentración en la atmósfera que se predice podría provocar una elevación de la temperatura global del planeta durante el presente siglo cercana a los 4ºC (IPCC 2007).

*Diputado socialista en el Congreso