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EN LA FRONTERA > POR JAIME RODRÍGUEZ-ARANA

El espacio de centro

   

La convocatoria de elecciones generales para el 20 de noviembre pone encima de la mesa, de nuevo, la cuestión del centro como espacio propio para la acción política. El presidente del PP, nada más conocerse el adelanto de los comicios, ha salido a la palestra y ha afirmado que piensa gobernar, si los españoles le dan su confianza, desde el centro, la moderación, la concordia y el diálogo. Expresiones, todas ellas, que ojalá puedan volver a imprimir la labor del Gobierno de España en los próximos meses, que falta hace. Sobre todo después de unos años con un ejecutivo que ha practicado el sectarismo, la ausencia de diálogo, entregándose a determinadas grupos más empeñados en agitar la vida nacional que en proponer soluciones a los problemas reales.

Los resultados del ejercicio en el poder de Zapatero los conocen muy bien los ciudadanos. No pocos sufren en sus carnes las consecuencias de unas políticas de despilfarro y ausencia de rigor en el gasto público que han terminado castigando precisamente a los más débiles. Justo aquellos que se se supone deberían haber sido objeto de preocupación por parte de un partido que, a pesar de llamarse socialista, ha concluido su periplo castigando a amplios sectores sociales: trabajadores, en general; empleados públicos, especialmente; pensionistas, sobre todo, teniendo como seña de identidad unos dígitos de desempleo que han colocado a nuestro país a la cabeza del ranking de los peor gobernados de Europa. Otra forma de gobernar no sólo es posible, sino necesaria. El PP, que lleva algún tiempo insistiendo en los postulados del espacio político del centro, tiene ahora la ocasión de demostrar que esta forma de hacer política no es sólo maquillaje, retórica o buenos sentimientos, sino un compromiso profundo y coherente con la mejora permanente de las condiciones de vida.

Pero ¿qué es el espacio de centro?, ¿cómo se configura?, ¿cuáles son sus presupuestos? Estas preguntas, más bien propias de ser glosadas en una tesis doctoral de ciencia política, admiten, sin embargo, un breve comentario que pueda aclarar las dudas y polémicas de nuevo abiertas acerca de la existencia del centro como espacio propio para la acción política. Que, de seguro, serán reiteradas en este tiempo preelectoral. En este sentido, puede de-cirse que el centro es un espacio desde el que se pretende dar una respuesta eficaz a las necesidades reales, a las inquietudes, a las ilusiones de los ciudadanos, implicando a las personas como protagonistas de la acción política. Lo importante no es el vértice, sino la base. La clave está en las personas, no en las estructuras.

No se trata, pues, de aplicar una receta universal; no se trata de tener una fórmula milagrosa para todo tipo de dolencias y malestares; no se trata de convencer a nadie de que se tiene el remedio que va al origen de todos los pesares que sufre la humanidad, como se hace desde las ideologías. En el centro se buscan soluciones concretas para los problemas de cada sector, de cada grupo, de cada colectivo y en cada momento, a partir de la centralidad del ser humano, de la racionalidad, del trabajo sobre la realidad, de la mentalidad abierta, de la metodología del entendimiento y de la sensibilidad social. Por eso puede decirse que el centro no es un espacio fijo o estático, sino que, en sí mismo, partiendo de la centralidad de la dignidad del ser humano, está en permanente adaptación al dinamismo de la sociedad, y conlleva la exigencia de alumbrar, con imaginación, con creatividad y sin miedo, nuevos planteamientos en la vida política como respuesta a las necesidades nuevas, a los nuevos retos a los que las mujeres y hombres permanentemente se enfrentan. El espacio de centro es un espacio político de entendimiento, de mentalidad abierta, de profunda sensibilidad social que se asienta sobre la realidad y que aspira a instaurar políticas racionales con un contenido auténticamente humano. Las políticas de centro son políticas diseñadas a favor de las personas, políticas que promueven los derechos de los ciudadanos, políticas que se trazan al margen de los esquemas ideológicos, del pensamiento bipolar, de las estrategias de enfrentamiento y confrontación. Desde el centro se tiene bien claro, y se practica por quienes han asumido sus postulados, que el interés general, que debe concretarse permanentemente sobre la realidad, atiende al bienestar general de todos los ciudadanos, no al trato especial a determinados grupos por relevantes que éstos sean. Desde el centro se gobierna para todos, aspirando a que las políticas concretas se confeccionen contando con los sectores implicados. ¿Por qué, por ejemplo, las políticas de función pública o de desarrollo territorial no se pueden hacer planteando a los ciudadanos su opinión?. ¿Por qué tanto miedo a consultar de cuando en cuando la opinión ciudadana cuando se trata de adoptar medidas realmente sustanciales para el desarrollo social o para la convivencia pacífica de los españoles?

La clave de las políticas centristas reside en la capacidad de conexión con el sentir social, y en la capacidad para dar una respuesta, o más bien una conformación política, a las aspiraciones de la sociedad. Desde el centro se convoca permanentemente al sentido de la responsabilidad cívica de la ciudadanía para que colabore activamente en el quehacer político. A partir del 20-N es menester una nueva forma de estar y hacer política. Las políticas ideologizadas han fracasado. La indignación reinante en la sociedad española en relación con esa forma sesgada, partidaria, de conducir la política de estos años reclama cambios profundos. Ojalá que vengan desde la moderación, la práctica del entendimiento y la dignificación de una actividad que a día de hoy concita más censuras que parabienes. El tono de la campaña y la calidad de los argumentos nos anunciarán por dónde van los tiros.

Jaime Rodríguez-Arana Muñoz es Catedrático de Derecho Administrativo y autor del libro El espacio del centro