De manera espontánea, sin necesidad de campañas ni llamamientos, el pueblo de Madrid quiso demostrar este jueves al Papa Benedicto que la capital de España sigue siendo la gran ciudad católica de Occidente.
El recibimiento de Madrid al Papa Benedicto fue espectacular, lo mismo en el aeropuerto que en las calles de la capital. En el aeropuerto de Barajas la transversalidad era absoluta, sin que faltara, junto a los Reyes, nadie significativo de las derechas y de las izquierdas.
Luego, en el recorrido por las calles de la capital, gentes de derechas y gentes de izquierdas, jóvenes y mayores, competían en las aclamaciones al Papa y en el expresivo agradecimiento por su visita.
Se vio al Papa Benedicto claramente emocionado por un afecto tan espectacular y tan transversal. Un político, guardaré discreción sobre quién, se sintió obligado a expresárselo al Papa: “Es la católica España, Santidad. Es lo único en lo que por aquí coincidimos las derechas y las izquierdas”.
El Papa Benedicto, visiblemente emocionado, no pudo evitar una sonrisa de comprensión y complicidad. Ni siquiera los medios informativos residuales de la ultraderecha, tan activos siempre en promover divisiones y confrontaciones, pudieron en esta ocasión hacer de las suyas, ante la evidencia de que el gobierno socialista se había realmente volcado en hacer que la visita a Madrid resultara inolvidable para el Papa.
Esto sugiere, por cierto, algunas reflexiones que dejaré para otra ocasión, pero que me parecen significativas e importantes. Importante quiere decir que importa, como advertía Julián Marías.
En cualquier caso, ni las expresivas imágenes de la televisión ni las igualmente expresivas fotografías de los periódicos podrán trasladar lo más profundo de la jornada vivida este jueves, 18 de agosto, por Madrid y que ha sido la espontánea manifestación por los madrileños, muy especialmente los jóvenes, de la intensidad y autenticidad de la fe católica de España, y sobre todo, que esa fe católica de España es compartida por quienes se sienten de derechas y quienes se sienten de izquierdas.
Cuando tantas otras cosas en los últimos tiempos nos dividen, resucitadas y agitadas por y sólo por la ultraderecha guerracivilista, la visita del Papa ha puesto de manifiesto que la fe católica nos une transversalmente y que esto constituye una de nuestras grandes esperanzas y fuerzas de futuro.
Permítanme los lectores la expresión de un convencimiento profundo: lo que el gran éxito de la transición unió no van a volver a dividirlo, desde la falsificación terca e indignante de la realidad, esos ultraderechistas mediáticos que se han anclado en lo peor del guerracivilismo. Todos juntos, izquierdas y derechas, debemos cerrar el paso, para siempre, a los guerracivilistas, en este país maravilloso que ha recuperado la paz y las libertades.