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LUNES MINERAL > POR SALVADOR GARCÍA LLANOS

El poder bancario

   

Circula en la red un vídeo curioso y original. Ciudadanos andaluces entran en oficinas de entidades bancarias y comienzan a bailar espontáneamente, en medio de la sorpresa de quienes hacen cola y mientras se escucha de fondo el grito ¡Esto es un atraco! Es una suerte de flash mob en el que, para rubricar su autenticidad, puede verse a algunos empleados tratar de impedir la espontánea y pacífica manifestación de grupos de ciudadanos que exteriorizan su protesta de esa forma: bailando flamenco, taconeando, marcándose unos pasos como solo los andaluces saben hacer.

Los bancos, la banca, los banqueros, todo lo que envuelve ese ámbito de las finanzas, todo lo que rodea a las sucursales del capital -el mercantilismo puro y duro- empiezan a estar estigmatizados. ¿Qué creían, que no les iba a tocar, después de la convulsión que han causado con sus políticas, con sus restricciones, con sus comisiones, con sus productos, con sus operaciones, con su rigidez, con sus abusos?

Así como otras figuras públicas, otros personajes, otros agentes sociales y hasta las mismas instituciones han quedado señaladas por determinadas decisiones o por trayectorias que han ido mermando su credibilidad y su propio papel, la banca ya debe saber que no goza de simpatías populares. Tiene a su favor la gran baza: el dinero, el capital, y mientras esté en sus manos, es una sartén bien asida por el mango de modo que difícilmente habrá alternativas. Pero esas crecientes señales de desazón, de protesta, de no resignarse apuntan claramente a que debe reorientar estrategias no para vender productos atractivos -cuya letra pequeña siempre hay que leer, por cierto- sino para ganarse la confianza y el respeto de usuarios y clientes a base de… Los banqueros sabrán. Pero que tengan muy presente que el crédito de aquéllos, de cuentacorrentistas, de ahorradores y de asalariados con su nómina justita se está agotando.

Aunque los ciudadanos sigan pensando que los bancos tienen más poder que el mismísimo Gobierno, tal como reveló un informe de la fundación Alternativas que concluye tal circunstancia como una de las deficiencias de la democracia española. Ni más ni menos. El informe, dirigido por el periodista Joaquín Estefanía, exdirector de El País, es revelador: se reconoce el miedo a la inseguridad económica, “a quedar atrás en una distribución de recursos cada vez más desigual”.

Y luego, esa otra apreciación: el poder de las decisiones parece depender más -parece no, seguro- de lo que digan o hagan los bancos. Antes que las políticas gubernamentales. Es tremendo, tal como se puso de manifiesto con los sucesos de este agosto que declina, desde los riesgos de quiebra del Estado de Norteamérica a los vaivenes bursátiles, pasando por los temblores institucionales, las agencias de calificación, las especulaciones insaciables y las primas de riesgo para desembocar en la necesidad de un gobierno económico Los días negros, por culpa del capitalismo descarnado.¡Ay, el papel de los mercados! Y de quienes, increspulosos, mueven los hilos en la sombra.

Menos mal que en Andalucía -y en la red- bailan al son de intereses y de comisiones crecientes. Aún el miedo da para divertirse.