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LA CASA DE LOS BELGAS > LA PUERTA DEL BOSQUE MILENARIO(II)

El rico legado de los belgas

   

José Herrera plantó las palmeras de la casa. | M. PÉREZ

CRISTINA DELGADO | Tacoronte

Sobre 1951 Camile Jules Reichling, acompañado de su mujer Elise Sauvenay Collard y de su hijo René Maurice, llegaron a Agua García, según creen muchos vecinos, exiliados de la II Guerra Mundial. En poco tiempo se convirtieron en los personajes más famosos y pudientes de la zona. José Herrera Martín trabajó en su finca durante años y fue testigo de lo que la familia Reichling supuso para un barrio enclavado en el comienzo del exuberante bosque de laurisilva, “único en el mundo”.

“Los vecinos entrábamos en la finca como si fuera nuestra”. Tenían “bastantes operarios del barrio trabajando para ellos”, en las más de 8.000 hectáreas que poseían en los alrededores, asegura José Herrera. Las 12 palmeras que flanquean la gran casa fueron sembradas, algunas hace ya 54 años, por el propio Herrera. Además, cuidaba los jardines y viñas, así como a las vacas, gallinas y otros animales de granja que tenían los belgas, como se les conocía.

José Herrera ganaba “17 pesetas por cada día de trabajo”, pero Elise, la señora de la casa, le daba más dinero a escondidas de su hijo, René, que era “el que llevaba la voz cantante”. Los niños de la época recuerdan con añoranza a Elise. Les daba caramelos a los que se colocaban frente a la valla en la entrada de la casa, esperando un dulce momento, rememora José.

Herrera junto a su familia en la Casa de los Belgas. | M. PÉREZ

Arquitecto y carpintero

En un pequeño cuarto anexo a la casa aún está arrinconada la mesa de carpintero, que era la gran afición de don Camile, recuerda José Herrera. Es más, “hizo las puertas del garaje”, donde guardaba su Packard, el lujoso y único coche que había en los alrededores. Aún está en Tacoronte. Es una auténtica reliquia que utilizan para exposiciones de coches antiguos.

Los Reichling eran muy queridos en Agua García, pues en numerosas ocasiones demostraron una gran generosidad. Por aquel entonces, no había iglesia en el barrio y los belgas pusieron especial empeño en construir una. El solar fue donado en parte por Domingo Medina, el resto lo ocupaba un abrevadero y los gastos corrieron a cargo de la familia Reichling. Don Camile aportó además sus conocimientos en arquitectura. De este modo, y con la ayuda de los vecinos que trabajaron cargando piedras para los cimientos, se construyó la Iglesia de Agua García, que en 1955 fue bendecida por el obispo Domingo Pérez Cáceres.

Asimismo, “donaron una talla de la virgen de Fátima y un viacrucis” para la iglesia, asegura José Herrera. Y cedieron los terrenos para la construcción del actual colegio público Emeterio Gutiérrez Albelo de Agua García. Con esta acciones lograron, asegura Herrera, no solo el afecto de los vecinos, sino el de los alcaldes de los alrededores.

Don Camile murió en 1967 y su esposa en 1971. Por último, su hijo René, falleció en 1979. Sus cuerpos fueron enterrados en nichos dispuestos en el interior de la Iglesia de Agua García, en un panteón familiar, tras la ampliación del templo. De esta forma, en este barrio norteño ha quedado muy presente la memoria de los belgas, que tanto legado dejaron a Agua García, y cuya singular casona permanece en pie, olvidada, esperando un proyecto de rehabilitación y uso turístico que generaría beneficios para todo el municipio.