X
TIEMPO AL TIEMPO > POR Juan Julio Fernández

Extremistas y moderados

   

Imposible obviar un comentario sobre la masacre en la pequeña isla noruega de Utoya, precedida de un coche bomba colocado en el centro gubernamental de Oslo y que se ha saldado con unos 76 muertos, aunque en la natural confusión de los primeros momentos se habló de casi un centenar. Y si al principio se especuló con la autoría del terrorismo islamista, en la estela del 11-S en Nueva York y del 14-M en Madrid, del atentado de Londres y de otro abortado en Estocolmo, por citar los registrados en el entorno occidental a uno y otro lado del Atlántico, pronto se confirmó que la atroz matanza se debió a un extremista que aunque últimamente ha declarado que actuó con otras células organizadas, parece confirmarse que lo hizo a sangre fría y en solitario.
Fuere como haya sido, lo que resulta atroz es que sea posible la acción criminal de un extremista que hace saltar por los aires el ideal de libertad que debe guiar a una sociedad democrática. Para un pensador como el italiano Norberto Bobbio, profesor de Filosofía y senador vitalicio hasta su muerte en 2004, estudioso de las relaciones entre libertad e igualdad y entre ética y política, el sentido de progreso es asimilable a la profundización en la democracia y el extremismo atenta contra la libertad.
Definiéndose él mismo como un moderado de izquierdas, Bobbio entiende que el extremista no distingue a las derechas de las izquierdas y literalmente dice que “un extremista de izquierdas o uno de derechas tienen de común el antidemocratismo”. Y en otro momento alude a que sólo las alas moderadas de las dos afiliaciones son compatibles con la democracia.
En el caso de Noruega, el asesino confeso Breivik se identifica con un movimiento de extrema derecha y se declara integrante de los Caballeros Justicieros para justificar los atentados para salvar a Noruega y Europa Occidental de la colonización de marxistas y musulmanes.
Y con extraordinaria frialdad manifiesta que no buscaba “matar al mayor número de gente, pero sí dar la señal más fuerte contra el Partido Laborista, que está permitiendo que el país sea colonizado por el islam”.
Y, al margen de otras consideraciones que llevan, todas, a condenar sin paliativos un acto de violencia injustificable, no deja de ser preocupante que el auge de la extrema derecha se esté produciendo en países como los escandinavos donde la socialdemocracia ha sentado precedentes de equidad y justicia intentando coordinar los principios de igualdad y libertad y dando la mayor importancia -otra vez en palabras de Bobbio- a la izquierda “en su conducta moral y en su iniciativa política a lo que convierte a los hombres en iguales, o a atenuar y reducir los factores de desigualdad”, aunque aceptando que la igualdad de todos los hombres no deja de ser una visión utópica.
El justiciero noruego ha sido el autor de un sangriento atentado que como ha escrito Eva Gabrielsson, la viuda del escritor sueco de éxito Stieg Larsson, no iba dirigido sólo contra los laboristas, sino contra el Estado noruego y aunque haya militado en el Partido del Progreso que reclama medidas estrictas de control de la inmigración, más que en la militancia en las corrientes de pensamiento que están abonando la expansión, por la derecha, de los partidos extremistas, parece inmerso en las que no se muestran a través de estas organizaciones, sino en “foros ideológicos y no muy compactos en internet”, de los que muchos “terroristas solitarios” obtienen ideas, apoyos y motivaciones.
Por internet y firmados por creyentes y descreídos, me llegan correos que me llaman la atención sobre este mes de julio que va a ser uno de los que sólo se dan cada 823 años, con cinco viernes, cinco sábados y cinco domingos, y se aprestan a decirme que no rompa la cadena para que, según el Feng Shui chino, lo reenvíe a los amigos y salga con ellos de la crisis y con el dinero que nos va a llegar, lo que, digresión aparte, pone de manifiesto que internet sirve para un roto y un descosido.
Desgraciadamente, desde Noruega más que dinero nos ha llegado sangre y desolación, lo que me ha movido a sacar de la estantería el libro, leído hace algún tiempo, de Bobbio, Derecha e izquierda, Razones y significados de una distinción política y aunque la relectura podría dar para mucho, me quedo con los comentarios que aquí he transcrito sobre la moderación y los extremistas.
Y con la fortaleza de la moderación ha respondido el primer ministro noruego, Jens Stoltenberg, al decir que el Estado responderá a este atentado con democracia, franqueza y humanidad. En el mundo, sobran extremistas, de izquierdas y de derechas, laicos o religiosos, y faltan moderados. Yo, con moderación, me apunto, si me dejan, al veraneo.