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Fermín Bárcena, el escritor indigente

   

Este escritor vocacional está inmerso en un proyecto humanitario que se llama ‘Unidos por el amor’. | J. GANIVET

ÁNGELES RIOBO | SANTA CRUZ DE TENERIFE

Fermín Bárcena, cubano de 57 años, desea con todas sus fuerzas dejar atrás el Albergue Municipal de Santa Cruz de Tenerife, donde reside desde hace ocho meses, pero dice que quiere hacerlo por sus propios medios y sin la ayuda económica de nadie. “Tengo que hacerlo por mí mismo, para sentirme realizado”, explica enérgico, y apunta que en este tiempo han sido muchas las personas que se han preocupado por él y que quieren ayudarlo a salir.

A diferencia de otras personas sin hogar, Fermín siente una gran estima por su familia, y al parecer ésta por él. Es más, cuenta que vienen periódicamente de los EE.UU. a visitarle. “Mi familia me quiere ayudar pero yo no lo acepto. Yo quiero encontrar un trabajo para poder costearme la vida con el sudor de mi frente”, reitera.

Y en esa tarea se encuentra. Fermín recorre cada día las calles de Santa Cruz de Tenerife con su inseparable cartera marrón repleta de documentos, cartas, periódicos, recortes y cientos de escritos donde plasma sus opiniones, noticias, artículos e incluso bocetos de novelas. Quiere ser escritor, o mejor dicho, se siente escritor, aunque lo que realmente anhela es convertirse en profesional y financiar sus propios libros.

El ‘escritor indigente’ forma parte activa del equipo de redacción del periódico El Albergue, que va por su tercer número; y asegura que tiene dos libros en espera de publicación: El primero una novela sobre el oculto mundo de la masonería y el segundo un compendio de poesía de temática variada.

Este escritor, con nombre de escritor, nació en Cuba. Cuenta que allí estudió Anatomía Patológica, y que luego se fue a Alemania a ampliar sus estudios, como otros tantos cubanos. En 1981, en un viaje desde Alemania con destino Cuba, decidió hacer ‘escala permanente’ en España y pidió asilo político. Gracias a unos fondos por el asentamiento profesional de la Unión Europea, dice que “hizo negocio y tuvo varias empresas”.

Fatalidad

Pero la mejor de sus empresas fue su gran amor, una española a la que conoció un año después. Se casó y tuvo gemelos. Todo parecía perfecto hasta 1986. “Aquí comenzó mi calvario”, lamenta, antes de avanzar la tragedia que le marcaría todos y cada uno de los días de su vida.

Una fatídica noche del citado año, su mujer, embarazada de seis meses, falleció junto a sus gemelos en un accidente de tráfico. “Fuimos a una fiesta de un empleado. Se hizo un poco tarde y los niños empezaron a dar la lata. Mi esposa me dijo: yo me voy con los niños, quédate tu. Y yo me quedé de parranda… El golpe fue muy fuerte. Me volví loco, quedé en estado de shock, estuve tres meses ingresado. Me culpaba de no haberme ido con ellos y conducir yo el coche. Tuve muchos problemas psiquiátricos por la culpa”. Aún se medica.

Fermín resume los siguientes veinte años de su vida de un zarpazo: “Tras aquello intenté poner orden en mi vida y continuar con mi trabajo…”. En fin, en 2006 dio con sus huesos en el Albergue Municipal de Santa Cruz por primera vez. Aunque también ha hecho uso de los servicios de Médicos del Mundo, quienes le ayudaron con su tratamiento, Cáritas donde además trabajó como voluntario dos años, y Cruz Roja. “A todos ellos les estoy muy agradecido”, recalca.

En 2009 consigue rehacer su vida gracias a un trabajo importante y relacionado con su formación, al que renunció porque quería volver a Cuba y estar junto a su madre, víctima de una insuficiencia renal crónica.
“Renuncié al trabajo y volví al albergue para solicitar un retorno voluntario por cuestiones humanitarias a través de Cruz Roja porque es la única vía para quedarse en Cuba”. Pero inmerso en el papeleo de los trámites, hace ocho meses, su madre murió. Hoy por hoy continúa en el Albergue, de donde quiere volver a salir “por dignidad”. “Ayúdame a salir del albergue”, deplora.
Fermín no para y participa activamente en las actividades del Albergue Municipal. Cuenta que fue, junto a otros usuarios, quienes solicitaron directamente al entonces concejal de Asuntos Sociales, Ignacio González, mejoras para la instalación y la creación del centro de día.

Probablemente no quede periódico en la capital que no haya recibido la visita del escritor indigente. Él no cesa en su empeño y de momento, su insistencia -y también su buena pluma- están dando sus frutos y colabora con una publicación semanal en este periódico. Bienvenido.