El tiempo es uno de los conceptos más difíciles de comprender. Reflexionando profundamente sobre esa extraña idea uno puede llegar a estar de acuerdo con el filósofo francés Henri Bergson cuando afirmaba que el tiempo o es invención, o no es nada en absoluto.
Desde que el ser humano ha tenido uso de razón, lo que para algunos de nuestros congéneres aún no ha tenido lugar, siempre ha estado fascinado por la idea del tiempo. La mayoría de los antiguos pensaron en él como algo cíclico. Pronto descubrieron que al día le seguía la noche y, tras ella, el círculo se cerraba con la nueva salida del sol. Más tarde confirmaron que las estaciones también se repetían. Al invierno le seguía la primavera, después el verano que daba paso al otoño y vuelta a empezar.
Los pueblos de antaño veían el tiempo como un continuo fluir circular en el que los cambios se sucedían volviendo una y otra vez a estados anteriores. La vida pasaba, y contarla era cuestión de mirar el sol, observar las estrellas en la noche, confirmar los cambios de estación y anotarlo todo en tablas de arcilla o piedras labradas.
Esa era la concepción temporal de muchas de las civilizaciones antiguas. Un tiempo cíclico que tuvo en el pueblo maya uno de sus mayores ejemplos.
Los mayas concebían el tiempo como una sucesión de inicio, final y vuelta a empezar. Así levantaron un calendario que contenía numerosos ciclos, algunos de ellos entrelazados de manera muy curiosa. Por ejemplo contaban los días de diversas formas sincronizadas entre ellas. Tenían el Tzolkin de 13 meses con 20 días cada uno, enlazado al Haab de 18 meses divididos en 20 días cada uno con otros 5 días adicionales que completaban los 365. Su rueda calendario completaba un ciclo cada 52 años del Haab, antes de volver a comenzar. El ciclo mayor se completa con una gran sucesión de 18.980 días contados desde el inicio del calendario.
El calendario maya comenzó el 13 de agosto del año 3114 antes de Cristo, seguramente este día fue elegido por algún suceso astronómico que les impactó, y según nuestra moderna cuenta de días, terminará el próximo 21 diciembre de 2012.
Pero como todos sus demás ciclos, es un nuevo comenzar… no un final.
Al igual que nosotros cuando llega el 31 de diciembre arrancamos la hoja del viejo almanaque y continuamos contando a partir del 01 de enero del nuevo año, los mayas y su concepción cíclica del tiempo seguirían contando días después del 2012.
Sin embargo, esto no vende. Conocer la historia e interesarse por ella no vende películas, ni adivinos, ni agoreros… saber la verdad histórica no parece resultar interesante. Lo cojonudo, reconozcámoslo, es el fin del mundo. La explosión final, los fuegos artificiales, el juicio de las almas, el armaggedon, los meteoritos destruyendo casualmente el monumento más emblemático de cada país, el colapso de las ciudades en 3D y con el actor de moda saltando entre precipicios con el volumen a toda pastilla. No importa saber que el mundo no se acabará en 2012 y no importa porque para algunos adivinos el mundo se ha acabado cientos de veces y aquí seguimos…¿de qué servirían todas esas predicciones si de verdad acertaran? No podrían hacer nuevas.
El mundo lleva acabándose casi desde que empezó, pero en los últimos tiempos salimos a varios apocalipsis por año, y sinceramente, así no hay quien viva. Una desazón continua, un levantar la vista al cielo y esperar el meteorito, un día sí y al otro también.
En 1999 Paco Rabanne predecía que la estación espacial MIR caería sobre París iniciando así el fin del mundo con el eclipse de sol que le acompañaría.
En 2000 los errores informáticos debidos al cambio de siglo traerían la oscuridad a nuestra sociedad colapsando las comunicaciones, la economía y la vida tal y como la conocemos.
En 2001 tuvimos un aluvión con cientos de malos presagios que iban desde la venida de las naves espaciales previstas por la Iglesia del advenimiento del séptimo día hasta las locas predicciones de Gordon Michael Scallion y sus tecnologías desde el continente perdido de la Atlántida. Curiosamente nadie dijo nada de unas torres en Nueva York.
En 2002 Ted Porter anunció que la segunda venida de Cristo se produciría el 23 de abril, exactamente a las 06.13 (hora de Jerusalén).
En 2003 la secta japonesa Pana Wave anunció que un planeta errante sería el causante del fin de nuestro planeta.
En 2004 el norteamericano Arnie Stanton realizaba su particular interpretación de Lucas 21.25 y vaticinaba el impacto contra la Tierra del cometa Toutatis.
En 2005 y según lo previsto en su libro “Mysterious numbers of the sealed revelations” el iluminado John Zachary anunciaba el fin del mundo exactamente el 05 de octubre.
En 2006 nos volvimos a escapar por los pelos de un armaggedon de los gordos porque según el escritor y periodista Michael Drosnin, autor del libro “El código secreto de la Biblia”, el mundo se acabaría por culpa de un holocausto atómico.
En 2007 Everett Vasek anunció la segunda llegada de Jesucristo para agosto, a pesar de que es un mes bastante caluroso y nos iba a coger a casi todos en la playa de vacaciones.En 2008 le tocó el turno a una facción de los testigos de Jehová que haciendo cálculos vaticinaron la llegada de su salvador el 21 de marzo, una fecha bastante más adecuada que la anterior pero que, desafortunadamente, también resultó errónea.
En 2009 la profeta Lori Adaile Toye y su Fundación Yo soy América preveía la inundación global del mundo. La buena vidente incluso vendía mapas con Estados Unidos sumergido en su página web.
En 2010 se ponía fin al mundo según las predicciones de la orden hermética The Goleen Dawn.
En 2011, y aunque no nos hallamos dado cuenta, hemos tenido numerosos apocalipsis, aunque el más curioso nos llegó de la mano de miles de vallas publicitarias distribuidas por todo el mundo que, alquiladas por la cadena de radio Family Radio CBS, anunciaban el fin del mundo para el 21 de mayo… las vallas continúan aunque les han tenido que cambiar la fecha, retrasando el cataclismo mundial para octubre. A ver si hay más suerte esta vez. En 2012 toca empacho maya. Su calendario nos augura las peores condiciones y algunos atrevidos han conectado el fin del ciclo maya con una explosión solar que devastará la Tierra justo el 21 de diciembre.
En 2013 y por si los rayos solares mayas fallaran, podemos echar mano de las predicciones que el monje ruso Rasputín realizó antes de morir y que fijaban el fin de los tiempos.
En 2014, a pesar de que sería raro que el astuto Rasputín fallase, seguro que no nos salvamos de los malos augurios que la profeta religiosa Joanna Southcott lanzó antes de su muerte y que fijaban para este año el Apocalipsis descrito en el evangelio de San Juan.
Y podría seguir enumerando cataclismos hasta llegar al verdadero fin del mundo que, por una vez y sin que sirva de precedente, ocurrirá realmente dentro de unos 4.500 millones de años cuando nuestro sol comience su etapa final convirtiéndose en una gigante roja primero y muriendo como una fría enana blanca.
No obstante, y aunque 4.500 millones de años es una cifra razonable para el final de nuestro planeta, parece que hay gente a la que este plazo se le hace demasiado largo y año tras año siguen inventándose profecías para acortarlo… hay prisa por acabar con el chiringuito que tenemos aquí abajo montado y siempre aparece alguien que no está conforme con lo que le ha tocado y prefiere encontrarse cara a cara, cuanto antes mejor, con un meteorito, un platillo o un gran terremoto… sí, hay algunos que nunca están contentos.