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después del paréntesis > Domingo-Luis Hernández

Iglesia Universal

   

Un amigo describió el panorama: millares de personas recorrían con regocijo las calles centrales de la capital de España, pero no tanto para reafirmar su fe cuanto para admitir la autoridad del Papa que verían en Madrid. Mi amigo se negaba a admitir la fatuidad que repetía mochilas de la Fundación Botín, camisetas de Caja Madrid, rosarios en el cuello y otros menesteres en forma de folletos en las manos.

Se equivocó, sin embargo, en una apreciación: que las Jornadas fueran Mundiales y que se refirieran a una Juventud sin el apelativo de Católica. Craso error. Si el Papa de la Iglesia Católica se desplazó a Madrid, a esa zona central de España en la que tantos resabios y contradicciones aún perviven, y no eligió para tal menester, por ejemplo, Alemania es porque sus principios y por ellos su actuación confirman el ecumenismo que funda a la Iglesia Católica y que se repite a lo largo de la historia moderna de los hombres. Iglesia única, verdadera y para todos. La Iglesia Católica es una rigurosa maquinaria colonial.

Lo que mi amigo vio en las calles de Madrid ratifica semejante rigor: una manifestación política de la Iglesia Católica minuciosa y concienzudamente preparada. Por eso el Papa Benedicto XVI dijo que sin Dios nada, con un pero: conducidos los creyentes por la curia romana que él representa. Por eso el lema de las próximas Jornadas que se celebrarán en Río de Janeiro será “Id y haced discípulos a todas las naciones”. Ahora Europa y luego América del Sur. O lo que es lo mismo: el Brasil que espera con tantos fastos venideros la confirmación universal recibirá al guía universal; España, que es la nación de Europa que mejor representa el sectarismo, el fundamentalismo y el intervencionismo católico, confirma. Luego, fue un acierto que la fiesta política del catolicismo llamada JMJ se celebrara en Madrid y no en Londres, o en Berlín, o en París, o… Porque, además, el gobierno de turno no se negó a asentir frente a semejante ostentación y no se resistió a pagar. La derecha española, pues, enarbola su papel, el papel que Rouco Varela encarna y que afirman sus seguidores, incluso en los fuegos de cierre (del modo en que ocurre en los miércoles de ceniza que sancionan el carnaval), esto es, cual desplegaron los Kikos en Cibeles con la aquiescencia del alcalde de Madrid.

Me comentó mi amigo que fue bochornoso contemplar la reacción del Madrid ocupado frente a la manifestación laica en contra de la intervención del Estado en semejantes fastos. En Chueca (dijo) algunos mostraron su desprecio por el sectarismo y la homofobia eclesial saliendo de mano a la calle e incluso besándose en público. Los contrarios caían al suelo de rodillas con los ojos hacia el cielo. Eso es (comenté yo): universal frente al diferente. Disuadir la libertad sexual, manipular y reprimir el deseo, actuar sobre la complacencia que el otro no somete a su norma. A lo que sigue el aborto, la eutanasia, la libertad religiosa, la enseñanza laica y libre, el ateísmo, la integridad institucional… Por eso el señor Ruiz Gallardón dijo lo que dijo sobre la manifestación laica. Por eso la derecha nombrada refunfuñó. Por eso Rouco Varela no calló. Por eso Benedicto XVI sonrió. Se anunciaron las Jornadas Mundiales de la Juventud con un cartel que vale la pena recordar: el Papa a la derecha sonríe; un chico negro a la izquierda, delgado, bien parecido, tiene un teléfono móvil en la mano con el brazo extendido y apunta hacia el Sumo Pontífice en pos de obtener una foto suya. No cabe aquí demagogia alguna, citar Somalia, Kenia o Etiopía, por ejemplo, o la devastación del mundo negro; no cabe eso, cabe admitir las precisiones que semejante imagen encierra. De un lado, Iglesia Universal y falacia; de otro lo que la imagen dicha en sí asegura: un hombre que es Papa y que descubre una figura híbrida, disforme, sin género y tan irreal como el chico negro que hacia su rostro apunta para supuestamente fijarlo en una instantánea digital. Es decir, ficción que desarma la realidad y que sólo confirma dos cosas: suplantación, poder.